Y ya hace dos años

Dos años desde el cambio más duro en mi vida. En mi vida y en la de mi familia.

Dos años desde que te fuiste, aita.

Este año no escribo desde la tristeza. Sí que es verdad que acercándose la fecha, la tristeza va abriéndose hueco en el pecho, sumado a un nudo en la boca del estómago que hace que no se pueda dormir tan bien, pero no es el sentimiento predominante todo el rato, como sí lo era el año pasado.

Pero más que por tu falta (que también), es por el recuerdo de aquellos días; en concreto de aquel día. Es pensarlo, y me revuelvo entera; recuerdo cada momento, cada llamada y cada sentimiento con una nitidez que no me había pasado nunca.

En el día a día, por obligación, nos hemos ido acostumbrando a tu ausencia, ¡qué remedio! Aunque también es verdad que hay veces que hablamos, tú lo sabes.

Sigues presente en nuestro día a día, y en el día a día de tus nietas. Te echan de menos, y hablan mucho de ti. En casa es habitual el “¿te acuerdas cuando Pakillo…?”.

Conseguimos llevarte al monte, y de esa manera cerrar un poco el duelo; no era fácil superarlo con cosas pendientes de hacer… Ahora sabemos dónde ir a estar contigo, aunque lo estemos en el día a día.

De vez en cuando subimos, hablamos, te saludamos y te contamos nuestras cosas.

Da gusto oír a la gente hablar de ti. Cuando alguien se va, es lo habitual: “¡qué bueno era!”, “siempre se van los mejores” y todas estas frases hechas que la gente dice, porque algo hay que decir.

Pero en tu caso no; es de verdad. Por segundo año, tus amigos han ido al monte Olano, donde nos dejaste, a hacerte su personal tributo; por segundo año, en el fin de semana más cercano a tu partida, se reúnen, te recuerdan y te rinden homenaje.

En el lugar donde descansas, en el monte, no es raro que encontremos flores que nosotros no hemos dejado, una eguzkilore… Sabemos que la gente te visita, y eso nos calienta bastante el pecho.

Me hace sentir un gran orgullo de ser tu hija. De haber sido educada por ti y por la Ama. De haber recibido los valores que nos habéis inculcado. De ver lo gran amigo de tus amigos que has sido siempre. De que la gente te siga recordando con cariño, y nos transmita ese amor.

Te recordamos de manera más serena; con sus días, sí, pero con un duelo ya cerrado, aunque sigamos pensando que fue injusto y prematuro; y hay días de rebeldía y enfado, pero mucho menos dolor.

La vida sigue, la vida avanza; a veces nos pasa por encima… pero tú sigues con nosotros, conmigo.

Te quiero, Aita.

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2 comentarios de “Y ya hace dos años”

  1. Siempre está y estará con nosotros y con esos buenísimos amigos a los que nunca podré agradecer suficiente su cariño hacia el aita y hacia nosotros.

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