Y ya es otra vez septiembre

¿Pero qué está pasando? ¿Por qué pasa el tiempo tan rápido?

Vuelta a la rutina, al horario estructurado, a los madrugones… ¡ah, no! ¡espera! que eso ya lo tenía, que no soy estudiante, que he trabajado gran parte del verano… Nada, será que me contagio de Hija1 e Hija2, que a esas sí que les va a hacer pupita… (risa malvada de fondo).

Han pasado un gran verano, con sus campamentos, sus vacaciones familiares, sus días de piscina con los amigos… y sus ratos de hacer la ameba.

Sí, sí, de hacer la ameba, por decir que están haciendo algo, porque de vez en cuando me acerco para cerciorarme de que respiran, y una vez comprobado, puedo seguir con mis cosas.

Que sí, que entiendo que la adolescencia y el crecer cansan. Mucho. Pero una cosa es esa, y otra que el sofá ya dé salticos cuando las ve, y el cojín tenga la forma de su cuerpo…

Así que, como tanto Aita como yo teníamos que trabajar, decidimos darle uso a esa pizarra que todos tenemos en la cocina con un uso un tanto limitado, y tras charla informativa con ellas, hemos apuntado cada día las tareas de casa que tenían que hacer.

Porque sí, están de vacaciones, pero en casa vivimos todos. Y con 12 y 14 años, ya no vale con que hagan la cama y recojan su ropa… así que cada día han tenido su rato de hibernación, y su rato de colaboración hogareña.

Las tareas han sido sencillas y concretas: recoger y doblar la ropa del tendedero, tender la ropa, recoger lavaplatos, ponerlo, bajar a por el pan, pasar la aspiradora, quitar el polvo, limpiar su baño… No todo el mismo día, pero 4-5 tareas les caían, y para sorpresa de todos, ¡ha funcionado!

Quieras que no, el ir haciendo rutinas les ha ayudado a que cuando han empezado el curso el “chip rutinil” ya lo tenían funcionante y con el rodaje hecho, y, vale que llevamos solo tres días de curso, pero no hemos discutido ni una mañana porque llegábamos tarde. Maravilla.

Ya he dicho en varias ocasiones que yo creo que año nuevo tendría que ser el 1 de septiembre, y no el 1 de enero; es, en realidad, cuando más se empieza de cero: curso nuevo, libros nuevos, actividades nuevas, me apunto otra vez al gimnasio… Es en realidad cuando las familias se reorganizan, y cuando todo el mundo (menos los desgraciadicos de contrato de verano) han podido resetear, desconectar y descansar.

¿Te imaginas, 31 de agosto, ahí, en plena ola de calor la Puerta del Sol llena de gente comiendo uvas? Venga de lipotimias, golpes de calor… Y en vez de uvas, “fantasmikos”, con esa sensación tan desagradable que da el comer un hielo de golpe en la base del cráneo… Lo mismo no tiene futuro, habría que darle una vuelta.

Todos los veranos nos pasa, pero este es quizá en el que más nos hemos dado cuenta Aita y yo de que Hija1 e Hija2 han crecido, pero mucho; no solo a nivel físico, sino a nivel de madurez, de hacer y pensar (super importante) las cosas por sí mismas y de tener conversaciones muy chulas con ellas, y entre ellas. Han ganado en madurez, como decía, en autonomía y en responsabilidad… empiezan a acercarse a la edad adulta y a mí no hacen más que echarme años encima. Esto no se le hace a una madre…

Veremos cómo va el curso; como decía, tiene buena pinta.

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