Situación: Residencia de ancianos donde yo trabajaba, van mis hijas de visita porque iban sus Majestades los Reyes de Oriente a saludar a la juventud (octogenaria en su mayoría) y a llevarles un detallico. Tras la recepción de sus Altezas, los villancicos de rigor y que la abuelada llenase los bolsillos de mis chicas de caramelos como si fuesen a echarlos ellas en la cabalgata, vino el estar un ratico con ellos conversando.
Entonces llegó la gran pregunta por parte de dos mujeres que me tenían mucho cariño, como yo a ellas, y sabían de mi vena feminista y poco conformista.
Cambio los nombres por cuestiones de respeto a la intimidad:
-Señora Mayor 1: ¿y tú qué quieres ser de mayor, bonita?
-Hija 2: ¡Granjera!
Cara de póker de ambas señoras…
-Señora Mayor 2: Ahá… Y tú, maja, ¿qué vas a ser de mayor? ¿Maestra?
-Hija 1, con cara de extrañeza: Noooo, yo voy a ser paleontóloga.
Las caras de ambas señoras eran dignas de ver, les habían roto todos los esquemas. Me miraron con cara de “ninguna duda, son hijas tuyas, con esas ideas marcianas…”. Yo, madre feliz, pecho hinchado y sonrisa radiante.
Cuando se lo conté a mi chico por la noche, sonrió con orgullo.
Pues nada, resulta que si algo hemos recalcado a nuestras hijas desde bien pequeñas es que pueden ser lo que quieran, eso sí, a base de esfuerzo y trabajo (para nosotros es muy importante), y ha calado. Y si algo es gratificante, es ver que la sociedad pasito a pasito (aunque falta un huevo) va cambiando y evolucionando. Mi vivencia personal y la de mi pareja es bien distinta.
Fuimos estudiantes de la EGB (tenemos cierta edad, vale…); en colegios concertados y religiosos, y en aquellos tiempos con educación diferenciada, es decir, niños por un lado, niñas por otro; había colegios de niños y colegios de niñas.
En mi caso, éramos la última promoción en la que solamente había niñas, al curso siguiente entraban niños al colegio, pero un curso menores que nosotras. Las monjas en algunas cosas eran bastante adelantadas para los tiempos que corrían, en cuanto a contenidos extracurriculares que nos daban (educación sexual, en concreto), actividades que se hacían… pero para otras cosas seguíamos ancladas en aquella época: uniforme de niñas (falda obligatoria, blusa, zapatos de niña…); juegos de balón de niñas, como baloncesto y balón prisionero (en el patio sólo había canastas, no porterías; las pusieron a los 3 años o así de entar los niños); en plástica cosimos e hicimos punto casi un curso entero (que a mí me encantaba, pero con los chicos creo recordar que ya no hicieron)…
Cuando se nos preguntaba qué íbamos a ser de mayores, evidentemente todo lo que salía eran profesiones “femeninas”: enfermera y maestra iban a la par en cabeza, seguido de peluquera, cuidadora de niños y secretaria; por último estaban las periodistas, cantantes… Ninguna arquitecta, ninguna ingeniera, ninguna médico… eso estaba reservado para los chicos; no de una manera explícita, pero de manera velada sí.
Tuve la suerte de que en mi casa estaban por encima de eso, incluso de aquello de “estudia una carrera con futuro”. Así que pude estudiar y dedicarme a lo que me gustaba (en mi caso el cuidado de personas, pero porque realmente me gustaba).
Queda muchísimo por avanzar. Que si tengo dos hijas no me vengan con comentarios de “qué suerte, te libras de los partidos de fútbol de los fines de semana” (pues te callas listillo, que a Hija2 le encanta el fútbol y si quiere jugar, pues vamos nosotros y le apuntamos). Que si a Hija1 le gustan los dinosaurios, no me miren raro si su regalo de cumpleaños es un kit para desenterrarlos. Que Hija2 no tenga que escuchar de “amigos graciosos de sus padres” que el fútbol femenino ni es fútbol ni es femenino, porque para ella es deporte, y le divierte y lo disfruta, aunque ganen a su equipo 10-0. Que mis hijas no se enfaden porque en la publicidad de juguetes de Navidad las hojas de juguetes “para niñas” sean rosas y las “de niños” azules. Que no tengamos que oír que es que claro, las niñas son más tranquilas (Hija1 bájate de ese árbol, real), serán las tuyas, las mías no paran. Y así un largo etcétera que trata de que interioricemos unos roles que ya se han quedado obsoletos, por suerte. Cuando lo que pretendemos es que nuestras hijas sean libres, felices y se dediquen a lo que más les apasione.
Así que nada, hoy 8M, nos vemos en las calles.