Voooooooyyyyyyy

Ya está. Ya, definitivamente, me he convertido en madre, pero madre madre.

O eso, o Hija1 e Hija2 están en una fase un poco más allá.

Creo que va a ser una mezcla de ambas.

“Chicas, ¿vais poniendo la mesa?”.

Os lo explico, Hijas: no es una propuesta; es una manera amable de mandaros a hacer una tarea de casa, de las más sencillas que hay. Consiste en colocar sobre la superficie de la mesa los utensilios y recipientes varios que utilizamos a la hora de alimentarnos.

Hija1 e Hija2 tiradas en el sofá viendo la tele. Sí, tiradas; no están ni sentadas, ni tumbadas, están tiradas, en posturas, cuando menos, curiosas.

“Vooooooyyyyyy” con un tono así, como de ultratumba, arrastrando las vocales para darle más énfasis al mensaje. Mensaje que, por otra parte, o no lo envían bien, o yo no lo recibo en condiciones, porque entendemos cosas diferentes.

Yo: “está bien, te he oído, mira cómo me levanto y pongo la mesa”.

Ellas: “mensaje recibido; en un momento determinado entre ahora y dentro de media hora mando la orden desde mi cerebro para que mis músculos se vayan activando para… ¿qué era? ah, sí, hacer la cama”.

Pasan 5 minutos en los que hago varias respiraciones.

Me asomo de nuevo: “¡Chicaaassss!” así, con tono jovial, sin acritud, de manera positiva, incluso chistosa, diría yo.

“Vooooooyyyyy” de nuevo. Aquí la vena de la frente comienza a palpitar. La del cuello lleva un rato. No han movido ni un músculo desde la vez anterior. Yo diría que ni han parpadeado. Continúan mirando la tele en modo ameba.

Dejo correr 5 minutos más, confiando en que en algún momento se les encienda el interruptor e interioricen aquello que les he dicho, porque creo que todavía no les ha llegado y no lo han procesado.

Ya, enfadada: “¡Chicas! ¡que pongáis la mesa!”.

“Vooooooyyyyy” de nuevo. “¡Ni voy ni leches! ¡Levantáis el culo del sofá y a poner la mesa, o comemos aita y yo solos!”.

“A ver, ama, que ya vamos, no te pongas así, ya te hemos dicho que íbamos”. (Lo que no han dicho es en qué año…). Y van y la ponen, no sin antes discutir a quién le toca poner los cubiertos (¿en serio?).

Es la respuesta que han automatizado:

“Chicas, a la ducha”. “Voooooyyyyy”.

“Chicas, a hacer la tarea”. “Vooooyyyy”.

“Chicas, a la cama”. “Vooooyyyy”.

Querida hija: no vale con decir, hay que demostrar un poco de actitud, no sé, hacer amago de levantarse, por lo menos; o mirarme a la cara para decirme que sí, que has captado el mensaje y en cuanto acabe la escena te pones a la tarea; o un “dame 5 minutos, ama” para que yo te diga, “no. querida, vamos ya que luego hay cosas que hacer”. No sé, ¡¡ALGO!!

Eso sí, “Hijas, nos vamos al cine”. Y aquí ni voy, ni nada, en 5 minutos preparadas en la puerta. Manda narices.

Hablando con gente de mi entorno con churumbeles en edades parecidas, me comentan que es un mal bastante común; bueno, mal de muchos… no me sirve de consuelo.

Supongo (y espero, con todas mis fuerzas) que sea una fase y que se les vaya pasando con el tiempo. Pero hasta entonces, Señor, Señora, o ente incorpóreo, dame paciencia. A paladas.

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