¡Se montó el Belén!

Ya el año pasado, en la previa de la Navidad, comenté que nosotros somos de decorar y poner la casa en ambiente navideño, así, de toda la vida. De toda la vida en común, quiero decir.

Así que nada, como todo pitxirriski que tiene la fortuna que tenemos nosotros de trabajar en el Puente Foral (no es envidia sana de los que tienen fiesta para viajar, no; ¡es insanísima!), pues eso, que toca ponerse manos a la obra con el Belén y las decoraciones varias.

En nuestra casa ponemos casi de todo: Belén (cada año más grande), árbol (cuyo origen en un rato explicaré) y espumillón; bien de espumillón; espumillón todo el rato, ¡como si no costase dinero!

Así que nada, días antes toca poner en orden la entrada, que es donde ubicamos casi toda la parafernalia, y recoger los abrigos a sus sitio, las cartas que es muy cómodo dejar en el mueble de la entrada (sí, cartas; en la era de lo digital todavía mandan cartas algunas empresas en papel), y alguna cosa que Hija1 o Hija2 han dejado ahí en una de esas de “¡Voooooooyyyyyy!“.

Una vez despejada la zona de ubicación del Nacimiento, procedemos a la expedición al trastero, para subir todos los aparejos. De esta parte se suele encargar Aita, que es un “apañao”, y quien mejor conoce la situación de las cosas dentro del trastero.

Hija1 e Hija2, mientras esperan suelen estar como motos, diseñando y discutiendo la disposición del Belén, para ver cómo lo ponemos (para al final ponerlo todos los años parecido), pero bueno, así están entretenidas.

Así que nada, llega Aita con todas las cajas, y comenzamos con el árbol. ¿Que por qué lo ponemos? por tradición. Tanto de la casa de Aita cuando vivía con sus padres, como de la mía. En aquellos tiempos con esas bolas de cristal, que se caían y se rompían en mil añicos, que te encontrabas en tu planta del pie días más tarde cuando llegaban los regalos de Olentzero, porque, por supuesto, había que ir descalza.

Investigando un poco, parece que esta tradición es un poco de adaptación de estas de cuando el cristianismo se extendió hacia zonas germánicas y norteñas en general, que adornaban un árbol por el nacimiento, allá por el 25 de diciembre de un dios pagano llamado Frey. Así que el Papa del momento, hizo así un jumelaje, puso un pino de hoja perenne, para simbolizar el amor de Dios; unas manzanas colgando (hoy día bolas), para recordar la tentación, por el árbol del Paraíso y eso; unos lazos para simbolizar la unión familiar; y unas velas (hoy lucecitas), de la luz de Cristo. Y pinpanpun, ya tenemos tradición cristiana; y como aquí, si lo haces 2 veces ya es de siempre… pues eso.

Yo la verdad que nunca había pensado todo esto, he tenido que investigar (viva Google), pero nunca me habían contado toda esta historia del árbol y tal. Y en mi casa muy de religión como que no eran, pese a haber ido a colegio religioso.

El tema de adaptar ritos paganos a tradiciones cristianas no es nuevo, de todas maneras. Tenemos el ejemplo de la Virgen de Guadalupe mexicana, antes conocida como diosa Tonantzin; el solsticio de invierno más tarde conocido como Navidad; o el solsticio de verano, hoy día, San Juan. Además de que la Semana Santa y Carnaval vienen dados por la primera luna llena de la primavera, cosa que también se usaba en ritos precristianos.

En fin, vuelvo al tema, que me voy por las ramas (del árbol, jojo; esto es hilar, y lo demás tontería).

Nuestro árbol es de estos que compramos para toda la vida entera, y para heredar. Ya tiene sus 15 años, y subiendo. Desmontable, con sus ramicas y su tronco, y su 1,50 de altura. Tiene su rincón asignado en la entrada, cerca del enchufe, para poder poner las luces, que sólo las enchufamos el momento de probarlas y ya; pero quién sabe, igual hay que enchufarlas más… hay que ser previsor.

Así que ahí vamos.

Luces. Da igual cómo las guardes; da lo mismo que tengas todo el cuidado del mundo, las enrolles sin enredarlas… ¡da igual! Van a estar enredadas, con nudos, como si lo hubiesen hecho a malas. Así que venga, a darle caña y a desenredar.

Una vez colocadas (porque por lo visto es lo primero a colocar, no me digáis por qué), vamos allá con el espumillón.

Para algunas cosas, hay que reconocer que HIja1 e Hija2 tienen mucho gusto, saben combinar colores y les gusta… pero para el árbol… ¡madremíadelamorhermoso! En serio, el gusto estético no llega a este punto. Venga de colores y espumillón. Cuanto más, mejor. Y cuanto más chillón y más brilli-brilli, más a gusto nos quedamos. Más vale que va a una esquinica…

Y llegan las bolas. Miles de tamaños, tipos y colores. Es como que hubo unos años en que nunca había suficientes bolas, y había que comprar. Y ahora es cuando llegas a montar el árbol y no sabes ya ni dónde ponerlas; más los adornicos brilli-brilli del Ikea o del Tiger. Así, abundante.

Y por último, la estrella, que en nuestra casa existe la tradición de que la ponga la más pequeña. ¿Por qué? pues para evitar que discutan. Hubo un año en que fue motivo de crisis, y desde entonces la estrella la pone la más pequeña, y el Niño Jesús la mayor, así cada una tiene su tarea, revestida de tradición familiar. Ya verás tú cuando descubran que esto también es un invento.

Una vez acabada la “Fase Árbol”, comienza la “Fase Nacimento”.

Ahí viene el verdadero despliegue de medios. O no. Cortezas de corcho para simular montañas, arena para simular arena y el caminillo, musgo artificial (ahora) para la vegetación y el eterno papel de plata arrugadete para hacer el río.

Lo del musgo (así como el árbol), más vale que nos hemos vuelto un poco más razonables, aparte de por las prohibiciones por los dos dedicos de frente. Recuerdo de txiki, que mi padre sobre todo, pero también mi madre, nos llevaban al monte (como a las cabras, a ver si desfogábamos un poco), y en épocas cercanas a la Navidad, recogíamos musgo natural, así, de los árboles y las rocas; pero unas láminas de musgo que daban casi para cubrir el Belén entero. Luego, conforme avanzaban las navidades iban saliendo los bichos, los gusanicos y demás fauna por casa, pero no pasaba nada; homicidio bichil y listo, que no estaba penado por ley. Más tarde se prohibió, y a parte se entendió que ese expolio no se podía hacer, así que se pasó al musgo artificial. Todo bien.

Con lo cual, una vez colocado el paisaje, se colocan las edificaciones (en nuestro caso el portal y un puente; el castillo de herodes… estamos trabajando en ello), y a partir de ahí, comienza el desfile de personajes y personajillos.

El Nacimiento, con su Virgen María, San José, el Niño, la mula, el buey y el angelico.

Sus Majestades los Magos de Oriente, cada uno en su montura. En nuestro caso no hay pajes, que ya era mucha gente.

La Anunciación, con sus pastoricos medios sobaos, el puchero de migas, y el ángel que les cuenta la movida que se está montando en Belén.

Los pastores, con sus ovejas, sus cuticos, sus tarros de miel y sus cosas en general.

El panadero, sí, así, en mitad del monte, con su panadera, que lleva los panes en una bandeja en la cabeza, para que se vayan enfriando, o yo qué sé.

El pescador. No falla, siempre tiene que haber uno. Y cerca de él, la lavandera, que no tenía otro momento la mujer para refregar las sábanas.

Los cantantes de villancicos, con su zambomba, su pandero…

Y en nuestro caso, a falta de que Hija1 e Hija2 nos pusiesen dinosaurios, Pocoyós de plástico o Zomblings, decidimos que allá donde fuésemos cogeríamos figuritas para el Belén. Hay que decir que la parte, digamos, “central”, viene de Madrid; ¿que lo podíamos haber comprado aquí? sí, pero yo qué sé… nos hizo ilusión ir a la Plaza Mayor, con sus puestos y sus cosas, a buscar a Chencho y comprar nuestro primer (y único) Belén. Así somos. Son unas figuritas de barro, que en todas las ciudades de bien tienen su versión con el traje típico.

Las siguientes incorporaciones han sido la pareja de andaluces, con su gorro cordobés, su guitarra y el traje de faralaes, ¡olé! (un regalo); la de cántabros; la de asturianos (parecidos a los anteriores); la de catalanes, con su barretina, bailando una sardana (que no pare la fiesta); y por supuesto, los pamplonicas (que se noten los orígenes) y un jugador de Osasuna (¡¡aupa rojos!!); los baserritarras; una soriana que andaba por ahí, un poco entrada en años, la pobre; unos de Burgos que pasaban también y decidieron quedarse; un peregrino, con su concha del Camino y todo; y por último un guardia urbano, que va dirigiendo el tráfico, bastante abundante, hay que decir, entre camellos, caballos, pastores, ovejas y demás fauna.

Que también digo, que si alguien va de visita a algún lugar (nos da igual cuál), se acuerda de nosotros y nos trae alguna figurica, bienvenida sea. Vaya forma de pedir ¿eh? ¡Parece que doy!

Al final resulta ser un momento muy chulo para vivir en familia, y aunque a ratos da un poco pereza ponerse a ello (no hablemos ya de recoger), gana el buen rato que pasamos.

Así que, para lo que os preguntéis por qué no hubo post la semana pasada… ¡pues es que estábamos montando el Belén!

2 comentarios de “¡Se montó el Belén!”

  1. Me ha encantado jejeje reflejo de mi infancia. Y bueno tanteando de discusiones y luces….por aquí se discute siempre si las luces del pino se ponen de arriba abajo no se abajo arriba 🤷🏻‍♀️😅
    Feliz Navidad familia

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