Soy de las que piensan que los conflictos políticos son retroalimentados por los propios partidos políticos, que no tienen ninguna necesidad, ni intención de resolverlos, porque así es como sacan carnaza y llenan los cubos de mierda para lanzarse de unos a otros, y de otros a unos. No hay capacidad, ni ganas, de dialogar, ni de llegar a acuerdos, y así nos va…
Una vergüenza, la verdad. Parece que no hayan tenido hermanos o hermanas, para trabajar la resolución de conflictos desde bien pequeños.
Una de nuestras tareas principales como progenitores, es mediar en conflictos entre Hija1 e Hija2; una, preadolescente perdida, con unos cambios de humor que ni ella entiende, y con un sentido de la justicia (SU justicia) altamente desarrollado; otra, siguiendo los pasos (sólo se llevan dos años), tocapelotas profesional, que sabe qué tecla tocar para que la tranquilidad de Hija1 salte por los aires, pero eso sí, como le toques a ella la tecla… vayan pasando a los refugios antibombas… Y bajo estas premisas y este caldo de cultivo tan bonito, cositas del día a día para solucionar, con una pandemia mundial que nos ha tenido encerradas en casa durante largos días, sin la posibilidad de sacarlas a la calle a que correteen y se cansen, despejen la mente y les de el sol. Más bonito…
La verdad es que pasan de quererse con locura, a ser las peores enemigas, pero supongo que es su manera de aprender para luego la vida… S
Se quieren mucho, eso es cierto. Se aguantan cosas que, a otras personas, ni de coña. Y si toca defenderse frente a alguien, son las primeras en dar la cara por su hermana (a mi hermana sólo le pego yo). El día que Hija1, con 5 años, que huía de los conflictos y los evitaba a toda costa, se enfrentó a la niña más guerrera de la ikastola porque había dejado llorando a su hermana pequeña, comprendí que ese vínculo que habíamos alimentado desde que nació Hija2 iba a perdurar por muchos, muchos años.
Los conflictos que tienen vienen porque les cuesta entender que, una de las personas que más quieren, no esté de acuerdo con ella. Cuando discuten (a veces fuertemente), luego se sienten mal, y tras un rato separadas, hacen las paces. Siempre.
Dejamos que resuelvan entre ellas, Aita y yo no nos solemos meter, ya que creemos que ellas deben buscar las herramientas para llegar a un acuerdo, pero en algunas ocasiones hay que hacer de mediador internacional, porque aquello no avanza, y llega la hora de la cena… En nuestra casa nadie puede irse a la cama enfadado, es el Artículo 1 de la Constitución de la República Independiente de Nuestra Casa.
Cuando así, la verdad es que es un papel un poco complicado. Cada una expone sus argumentos en un volumen de voz que roza la barrera del sonido, y por encima de los de la otra… como tenga el día un poco despacienciado, niñas, os la estáis buscando…
Así que optamos por una resolución por fases (como la desescalada, jaja):
Fase 0: Enfado monumental porque… (insertar título del conflicto). Puede ser cualquier cosa, desde que “no respeta mi intimidad” a “hoy me tocaba a mí elegir el juego y no quiere jugar a nada” o “paso de ver Bob Esponja”.
Fase 1: Intentan, a limpio grito, solucionar el problema. No se dan cuenta que conforme más van gritando, más se enfada la de enfrente, y viceversa. Palabrota de Aita o propio.
Fase 2: Cada una a su cuarto. Bajamos revoluciones, piensan un poco si es tan importante, si pueden ceder, cuáles son sus líneas rojas que no pueden sobrepasarse, y se preparan para el diálogo.
Fase 3: Cumbre de paz. De manera más calmada se exponen los puntos sobre la mesa, con ayuda de un mediador, y se llega a acuerdos, que se sellan con un abrazo y muchos te quiero.
Nueva normalidad: Por fin llega la calma, cumplen su parte del acuerdo y se vuelve a respirar paz en el hogar.
Si es que en el fondo son unas potxolitas.
Lo de ir a dormir con los conflictos resueltos siempre funciona pero en todas las etapas de la vida y doy fe de ello. Es lo que siempre hemos intentado inculcar a nuestros hijo@s y creo que ha salido bien.