¡Que vienen los reyes!

Que ya sé, ya sé… que vinieron, dejaron los regalicos y el carbón, y ya se fueron, y ya hemos vuelto a la rutina tras las vacaciones (quien las haya tenido).

La cosa es que no quería pasar este año sin hablar de un fenómeno navideño como son la kalejira de Olentzero y la cabalgata de los Reyes Magos, y de la diversa fauna que ahí te puedes encontrar. Y sí, digo fauna, aunque otro nombre podría ser panda de adultos disfuncionales.

El siguiente episodio está basado en hechos reales. Se han cambiado los nombres para proteger a las personas implicadas.

Kalejira de Olentzero. Quedamos la cuadrilla en la farola de siempre. ¿Que por qué una farola? Pues porque es un sitio tan estupendo como cualquier otro, y además marca el límite del público en el divertimento que más tarde disfrutaríamos.

Total, que no estaba ni Peter esperando, pero como había buena temperatura, el traje de casero o casera que todos llevábamos abrigaba y el bar de al lado no tiene problema en que te saques la consumición fuera, pues tan a gusto, poniéndonos al día y esperando tranquilamente.

Conforme se acerca la hora, se va acumulando más gente, pero siempre respetando a los que ya están posicionados, que para eso llevan tiempo… Dejamos a los txikis que pasen delante, que al final esto es para ellos, y vemos al fondo que ya llegan los primeros carros.

Y en esto, de dentro del recorrido, ya flanqueado por un montón de gente a cada lado (es decir, has tenido que atravesar una barrera de gente para estar en todo el medio), se nos planta una señora que llamaremos Eufrasia con su hijo de 9 años justo delante. Unas mozas que había al lado nuestra y habían llegado seguido de nosotros a coger sitio le comentan de manera educada que si se puede apartar, que no ven nada, a lo que nuestra amiga Eufrasia les mira con desdén y pasa de ellas en su cara.

Así que aquí a la Madre de Hijas, viendo toda la escena, se le empieza a inflamar la vena esta que todos y todas tenemos en el cuello, y que puede llegar a derivar en zumbido de oídos, mareo y ataque de ira. Pero somos gente pacífica, así que respiramos hondo, y con toda la educación y tacto del mundo (viendo que nuestra querida Eufrasia no lo tiene), procedemos al contacto verbal con la susodicha.

“Disculpa, están los txikis que no ven, llevamos algo más de una hora esperando y cogiendo sitio, y acabas de llegar, no nos parece muy justo”. A lo que nuestra querida Eufrasia, que por lo visto no era gente pacífica, nos empezó a gritar que no sabía qué coño era esto, que estábamos todos aquí parados y no le dejábamos pasar, a lo que yo, empática como soy, entendí su problema y me hice a un lado para que pudiese salir del recorrido del Olentzero en el cual se había visto atrapada.

Pasó por mi lado, de malas maneras, y se quedó justo detrás, donde había más gente que llevaba tiempo esperando, a lo que Aita procedió suavemente a indicarle que se fuese más atrás, a lo que nuestra querida amiga se puso a gritar que no le empujase y a soltar tacos por la boca, que si le ve la monja de mi cole, se pega un mes eructando jabón. Aita me miraba sin dar crédito, y apareció en escena otro amigo de nuestra cuadrilla, al que llamaremos Patxi, a decirle que pasase ya y dejase de hablar mal que había muchos niños (esto último me hizo mucha gracia, porque con la tensión del momento, me resultó curioso que se fijase en esa parte).

Y ya entró otro chico, al que llamaremos Urko, que nada tenía que ver con nosotros pero que había sido testigo de toda la movida, para decirle a mi amigo que pasase de ella con un “Bah, ixili, ixili” (Bah, calla, calla). Esto ya provocó que Eufrasia de nuestros corazones se volviese locatis del todo y comenzase a increpar a Urko y Patxi, diciéndoles que a ver si iba ella a hablar en su idioma… Y se marchó, la la la. Dejándonos entre estupefactos, con la risa floja y un pequeño regustillo de pena por el chaval que le acompañaba.

En mi cuadrilla somos muy de tradiciones de este tipo (de kalejiras cabalgatas y demás, no de tenerla con Eufrasias), siempre hemos quedado para ver a Olentzero, los Reyes, y otras cosas, pero somos super conscientes de que son para los niños, así que no tenemos ningún problema en dejar pasar a niños que no conocemos delante nuestra, y vigilarlos para tranquilidad de los padres y madres que han llegado más tardanos; vamos, que es algo que yo recuerdo desde txiki,

Pero esta gente, que por sus santos coj… llegan 5 minutos antes de que empiece la cosa y se quieren plantar delante, así disimulando, y muchas veces sin niños, que nos ha pasado con señoras y señores que podrían ser abuelos, que encima se van ofendidísimos porque “esta juventud”. O aquellos que en la cabalgata de los Reyes empujan a los niños para coger los caramelos (esto lo he visto en directo), pero ni siquiera para dárselos al nieto o al hijo (que ya es mal, señor, no empuje), sino para su disfrute personal (señor, madure). O ya aquellos de los paraguas al revés… hace falta ser cutre.

Luego pensando y comentando, claro, esta gente es la que luego arrasa en los bufet libres de los hoteles, en los puestos de cata de los supermercados o que se llevan 34 artículos de las promociones de ayuntamientos y organizaciones aunque luego los tiren o no los usen para nada…

A ver el año que viene si está Eufrasia de nuevo…

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