¡Que nos vamos de vacaciones!

¿No os pasa que os vais de vacaciones para relajaros de la preparación de las vacaciones? A mí, sí.

En el curro todo es: “¡Buaaahh, me quedan dos días para irme de vacaciones!”; “¡hoy es mi último día antes de vacaciones!”. Y todo son alegrías y expectativas.

Pero esta gente, una de dos: o no tienen hijos, o están muy crecidos.

Porque yo, de verdad, ¡qué angustia vital antes de salir!

Primero, elegir el sitio; ¿playa o montaña? ¿o playa y montaña?; en caso de playa, ¿Cantábrico o Mediterráneo? Contamos con la opinión de Hija1 e Hija2, por supuesto (aunque si por ellas fuese, nos íbamos de vuelta al mundo), pero la decisión la tomamos entre Aita y yo, en base a dos factores fundamentales: la previsión meteorológica y el presupuesto anual (cosicas de última hora, como una avería grave en la furgo o un electrodoméstico estropeado también son invitados a la toma de decisión).

El tipo de alojamiento siempre es el mismo, porque es el que nos gusta: el camping.

Una vez elegido el destino, viene la preparación de las cosas, equipajes… que aquí las fieras son de llevarse al casa cuestas. Así que empezamos con las listas:

  • Lista de ropa para cada una.
  • Lista de juegos de mesa, cartas…
  • Lista de cosas electrónicas a llevar: tablet, DVD portátil para el viaje, portátil por si vemos alguna peli una tarde de lluvia, cargadores varios, cámara de fotos…
  • Lista de utensilios acampadores: avance para la furgo, nevera, colchones, cocinilla, mesa y sillas, las cosas de fregar…
  • ¿Que vamos a la playa? Lista de utensilios playeros: sombrilla, pareo gigante del rastro, palas y cubos, toallas…
  • No, ¡que vamos a la montaña! Pues venga de trastos montañistos: mochilas, cantimploras, ropa de abrigo, botas…

Que luego ves todo junto… y porque Aita y yo echamos unas cuantas horas al Tetris, que si no, cualquiera carga la furgo…

Los días previos al viaje son un cúmulo de: “a ver, ropa que queráis llevaros y que tengáis que lavar”. Y venga de lavadoras, porque de repente se quieren llevar todo lo que se han puesto en los últimos días; más alguna de sábanas que pones para no tener que cambiarlas a la vuelta… pues eso, no sé si se gasta más en vacaciones propiamente dichas o en la factura de la luz previa…

Y luego está el “ama, ¿podremos llevar las bicis?”, “aita, ¿y el monopatín?”, “no, mejor los patinetes”. Y venga cosas para la furgoneta.

Llega el día del viaje, con algunas cosas de las que has lavado que están húmedas, esperando a última hora, para ver si una ráfaga de aire subsahariano llega y seca de golpe lo que falta. Terminas metiéndolo a la maleta un poco húmedo (si es que lo metes, que muchas veces ahí se queda, colgado, y te das cuenta una vez llegados a destino), y ya lo sacarás cuando llegues al objetivo.

Con todo el estrés de salir, te dejas la bolsa con la comida que se podía perder; vuelta en la rotonda, un par de juramentos, parada y recogida. ¿Está todo? Síííííí.

Reemprendemos el viaje. “Aita, que no hemos cogido el DVD”. Vuelta a la rotonda, otro par de juramentos, parada y recogida. Como falte algo, aquí se queda, ¿vale? Vaaaaaleeee.

Arrancamos de nuevo. “Ama, no me he tomado lo del mareo”. Vamosaverunpoquitodeporfavor que ya me está temblando el ojo. Vuelta a la rotonda (los vecinos van a pensar que somos gilipollas), baja el santoral al completo y saluda a la afición, parada y recogida. ¿Y bien? Yo creo que ya.

Y vamos que nos vamos. “Aita, Ama…”. “¡QUEEEEEEE!”. “¡Que nos vamos de vacaciones!”. “Sí, hijas, sí… por fin”. Y seguro que nos dejamos algo, pero ya lo compraremos en el sitio de vacaciones, de verdad.

El viaje suele transcurrir sin problemas (normalmente; tocaremos madera). Pero luego está la llegada al lugar. Tras confundir un par de salidas, tres rotondas y pasarnos de largo el desvío, Google nos informa de que “su destino está a la derecha”. Datos, parcela, normas del camping, mapa… y montaje del chiringuito. Dos tirones, un par de martillazos y txiringo montado (solemos apañarnos bastante bien, y hay que decir que Hija1 e Hija2 suelen entrar en modo “cooperación”, lo cual se agradece).

Y entonces llega cuando quieren hacer todo a la vez, el primer día: andar en bici, ir a la playa, subir al monte, hacer barbacoa, cenar en el bar, comprar un helado, ¿iremos a un aquapark?, una partida al jungle speed…

A ver, chicas, un poco de calma. Lo que solemos hacer con ellas es buscar cosas a hacer por la zona, y ya que hoy día se puede ver un poco el tiempo que va a hacer, planificar las visitas y las actividades. Suele salir bien, y finalmente podemos descansar de los preparativos, e incluso desconectar del trabajo.

De la vida del campista, los distintos seres que te encuentras y las tareas a realizar, hablaremos en otro post…

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