Y es que Hija1 va ya cuesta abajo y sin frenos hacia la adolescencia.
Este año ha pasado ya a otro nivel, al de la Educación Secundaria Obligatoria (ESO, o DBH para los que estudiamos en euskera), y es un mundo muy distinto al que estaba viviendo hasta ahora, al que ya se había acostumbrado y estaba cómoda. Ha pasado de ser de los mayores del pasillo a ser de nuevo de los txikis, y eso se lleva regular.
A esto le unimos los cambios en la manera de dar la clase, de hacer exámenes, de profesorado… y se le está haciendo durillo, la verdad.
Y por último, está en esa etapa en que no te encuentras con tu cuerpo, no te encuentras con tu mente, y no te encuentras en general. Muchos cambios en poco tiempo.
Y luego está nuestra parte, la de los padres y madres, que, en esta sociedad en que siempre hay que ser joven y juvenil, resulta durillo tener una hija ya rozando esa etapa. Como madre, te hace mayor de repente (aunque sea solo cuarentañera, estoy hecha una chavala), y te das cuenta de que todo lo moderna y a la última que pensabas que estabas ¡es una burda falacia! Eres madre, pero ya del todo. Hasta ahora eras una chica joven con descendencia, una madre moderna y enrollada (hasta esto suena viejuno); pero en el momento en que tu hija comienza a revolucionar las hormonas, pasas a otra generación, a la de los padres, a la de esos señores mayores que no te dejaban libertad, no te entendían, no sabían lo que pasaba en la “vida de ahora” (un momento… ¿Hija1 ha empezado a hablar así de mí? No, no estoy llorando… se me ha metido algo al ojo). En este grupo, aquí los chavales, nos engloban a todos, da igual la edad que tengas, mientras tu hijo o hija esté en la etapa adolescente.
Así que en estas estamos. Ella intentando controlar sus arrebatos, sus hormonas y sus cambios de humor, mientras nosotros nos armamos de paciencia y tratamos de marcar las normas manteniendo el equilibrio entre el deber, y la autonomía con una delgada línea roja marcada por la rebeldía.
En general es una chica tranquila, responsable y trabajadora; pero tiene días que se levanta siendo Heidi, luego discute con su hermana y es la Niña del Exorcista, pasando por el drama de la Casa de la Pradera y la chulería de ya no sé ni quién, se me acaban las pelis. Y vas, con paciencia, sabiendo lo que hay… Hija1, ¿Qué te pasa? Y te mira con esos ojitos del gato de Shrek… “que no sé qué me pasa, ama”. Pues lo que te queda, maja.
Y claro, es nuevo para ella (lo que siente, lo que vive, lo que piensa), pero para nosotros también; y no solo porque sea la primera (Hija1, el nombre daba una pista), creo que con Hija2 nos va a pasar lo mismo, que también vamos a estar algo perdidos… porque aunque trates de criar de la misma manera a cada uno de tus hijos e hijas, al final cada una es un individuo, con sus cosas y sus “pedradas” (esto es como los culos, cada uno tenemos la nuestra), y ninguna crianza es igual a otra; por lo que ninguna adolescencia es igual a otra.
Y llegan los miedos; los suyos y los nuestros: salir de noche, que todavía no ha empezado, es jovenzuela, pero sí a quedar alguna tarde con sus amigos; la verdad es que de momento, con las medidas anti-COVID, restricciones y demás lo van a tener complicado para salir de salir (señores del gobierno: ¿alguna posibilidad de alargarlo hasta que cumpla los 30? lo vamos hablando…); la exposición en las redes sociales, que algo empiezan, aunque no tengan la edad, que si tik-tok, instagram…; los primeros enamoramientos, novietes o novietas (¿de verdad no podemos hablarlo, señores del gobierno?); las amigas super amigas de amigas del alma, los entornos en que se mueven; las sustancias, de todo tipo, el alcohol, el tabaco, porros, pirulas…; su imagen corporal, la que tiene, la que proyecta y la que ella ve, que a veces no coinciden, y hay que trabajarlo; las benditas modas, ropa de marca (no somos el Banco de España, te crees que el dinero crece en los árboles, y todas las frases de madre que se os ocurran, pasando por el me deslomo trabajando para que tengáis de todo, o en mis tiempos había menos tontería)…
¿Y por qué asusta? Pues porque aunque a ellos les parezca mucho tiempo, no hace tanto que anduvimos igual, y aunque ellos no lo sepan, les entendemos más de lo que parece; pero de la misma manera, somos conscientes de que es importante tener límites, y que alguna vez nos digan NO. La cosa, como decía antes, está en ver hasta dónde: no ser los padres más estrictos del grupo de amigos, pero tampoco los más guays que dejan todo, un término medio…
Por esto, a nosotros nos parece importante conocer primero, al grupo de amigos, y luego, dentro de lo posible, a sus familias, para poder poner algunos límites con ellas (horarios, turnos para ir a buscarles…).
Por otro lado, y lo más importante según mi punto de vista, hemos intentado, desde el principio de la crianza, crear unos vínculos y una confianza que haga que, en el momento en que lo necesite, pueda acudir a nosotros con total confianza. Es complicado, y más en esta edad, si no lo has conseguido hasta ahora, pero creemos que necesario, y parece (de momento, igual me está mintiendo como una bellaca), que de momento vamos por buen camino. Es un toma y daca: nosotros necesitamos confiar en ella, y ella necesita saber que confiamos en ella, para poder confiar ella en nosotros (vaya trabalenguas ¿no?). Esto también pasa por respetar su intimidad, dejarle sus tiempos para asumir lo que le pasa y poder contarlo… y eso a veces es incompatible con nuestros nervios, pero también debemos hacerlo.
Parece que todo nos asusta o es un problema, pero no. También está descubriéndose como persona mayor, con su criterio, y es muy enriquecedor tener conversaciones con ella sobre temas, ver su punto de vista y valorarlo. Las conversaciones que tenemos ahora con ella, de cualquier tema, le suponen un lugar donde expresarse y aprender, igual que a nosotros, y eso hace que la relación se fortalezca, es muy chulo, a mi me encantan, la verdad.
Así que nada; adolescencia, allá vamos. Trátanos bien.