Hace poco hablaba con una amiga de la dificultad de ser madres coherentes, como se supone que se debe ser. Comentábamos de algunas páginas web y libros que habíamos leído sobre educar desde el amor, educar desde el cariño, casa sin gritos, educar sin castigar… Que sí, que están muy bien, dan estrategias para educar y criar a la chiquillería desde un ambiente más positivo… pero coño, qué difícil es, sobre todo en este día a día que vivimos…
Se nos ocurrían un montón de ejemplos en los que precisamente no somos eso, ejemplo; en los que la sociedad y el entorno nos pone en una situación en la que, si no reaccionas de la manera “buena” eres un fracaso como madre o padre. Pero es que somos humanos, y hay veces que la bestia interior, alimentada no sólo de lo que pasa en casa, sino también con movidas del trabajo, la discusión con la pareja, las decisiones del gobierno, o el jubilado que se te ha colado en la cola del super, hacen que la contestación no sea la que según los cánones de una buena educación emocional deberíamos dar.
Ese momento de: sal del trabajo, corre a comer la comida recalentada preparada el día anterior, prepara las meriendas, corre a la ikastola, slalom por el patio con personas que creen que el único paso que hay es el mejor para pararse a comentar algo con otra persona, llega hasta la txiki, dale el bokata y… “¿¿chorizo?? ¡¡Pues vaya mierda!!”. Bien. Tienes más de una opción: a) mirada del tigre: esa mirada de madre que, aunque tengas 40 años, sigue haciendo que el control de esfínteres no sea tan controlado; b) indiferencia, hacer como que no le has oído, no hay otra cosa (a veces funciona); y c) dejar salir la bestia interior, coger el bocadillo y tirarlo a hacer puñetas (esta no es la recomendable, pero si la haces una vez, no vuelven a quejarse del bocadillo).
Ese otro momento en que ha pasado algo gravísimo, yo que sé… “Mi hermana me ha mirado mal”. Y tú haciendo malabares preparando la comida que comerás recalentada al día siguiente, ayudando con la tarea de mates a Hija2 y hablando por teléfono con Mierdafone, que tiene una oferta que no podrás rechazar. “¿Quieres que te mire yo mal? Porque si quieres te miro mal y vemos lo que pasa…”. Pues eso, otra muesca en la culata de las contestaciones erróneas…
O ese otro, en la cola del super… “Ama, ¿me compras cromos?” “no” “¿por qué no? ¡Nunca me compras nada!” “Vamos a ver, Hija2… ¿nunca te compro nada? ¿en serio? No la tenemos porque estamos en la calle…”. Este es el momento en que aprenden que, si te la montan en la calle, momentáneamente, ganan… Luego ya llegaremos a casa…
Y mi favorita de todas: Hija1 e Hija2 enzarzadas en una discusión monumental sobre cualquier cosa muy importante para ellas (para el resto de mortales, una chorrada, pero es SU chorrada) … Vamos a poner paz. “A ver, hijas, ¿qué es lo que pasa?” Las dos a grito pelado explicando su punto de vista, pero cuando digo a grito pelado, es que desde poblaciones vecinas se han asomado a la ventana a ver qué coño pasa… Y entones ese calor que va subiendo desde las entrañas, desde la mala hos… que llevas aguantando durante el día por distintos chascarrillos (para nada graciosos) que han ido aconteciendo, te hace decir por encima de sus agudas voces… ¡¡¡¡¡QUE NO GRITEIS!!!!!! Así, a gritos. Qué mejor manera de dar ejemplo que gritando más (ironía on).
Pues eso, que es difícil esto de la crianza y la educación. Que hay muchas veces que no somos ejemplo de nada, o somos ejemplo de mucho, pero que al final si hay amor, si hay cariño, las idas de olla son menos graves… Soy de la opinión de que un mal día lo tiene cualquiera, y que lo importante es saber rectificar, y pedir disculpas si hace falta… Incluso a los hijos; que hay quien le da como cosa, porque tenemos que ser referentes… Pues precisamente por eso, hay que enseñarles a pedir perdón y a ser personas generosas con quien lo pide de vedad.
Y creo que al final, ser conscientes de nuestros fallos y limitaciones hará que sepamos manejarnos mejor a nosotros mismos, y dar nuestra mejor versión.
La gente menuda son los verdaderos héroes de ésta situación y las discusiones al final es su tubo de escape.