Andábamos el otro día, que ya era hora de marchar para casa, después de trabajar, y estábamos así, como suele ser en los hospitales (al menos en varias de las plantas en la que yo he andado) unas cuantas medio en bragas, medio en sujetadores poniéndonos la ropa de calle.
He de decir que he estado en varias plantas del hospital, y como no hay sitio en los vestuarios para todas las personas trabajadoras (ni taquillas, todo muy normal), en la mayoría de las plantas hay un cuartuchillo, que puede ser específico para cambiarse, o compartir espacio con un almacén, con un burro para poder colgar la ropa, apañado a modo de vestuario.
La cosa, que estábamos en un cuartucho de estos, entre las gasas, las bolsas y las cajas de mascarillas, y tocó la puerta una compañera jovencica: “¿puedo pasar a cambiarme?”. “¡Claro que sí! aún queda hueco”.
Me hace gracia, porque son como muy pudorosas, mientras que las más “maduritas” somos de pimpampum, nos cambiamos y punto pelota. Y cuanto antes mejor, que quiero salir.
Yo creo que esas vergüenzas y pudores se te quitan, sobre todo, cuando eres madre; bueno, o un poco antes. Justo unas horas antes de dar a luz, se te quita el pudor de un plumazo, porque, de hecho, ya no vas a tener intimidad para ciertas cosas en años. Es un mecanismo del cerebro que hace “click” y ya no hay vuelta atrás.
La cosa comienza cuando vas a dar a luz. Estás ahí, en una cama en la “sala de dilatar”, sin ropa interior, y cada cierto tiempo viene alguien vestido con un pijama de quirófano, a meterte la mano en los bajos y ver si estás haciendo honor al nombre de la sala. Tienes tanto dolor, tantos nervios y tanto susto en el cuerpo, que te da igual que venga la matrona, la matrona de prácticas, la gine, su amiga, el vecino del quinto o el panadero; quieres que te saquen el pequeño ser de tu interior, y te da igual estar con la potxeta a modo exposición.
Luego llega la lactancia, y ahí te toca sacar la ubre allá donde la chiquilla dé voces por el hambre. Normalmente de manera discreta, pero hay veces que no hay manera discreta de enchufarte una txiki a la teta… esto es así. Normalmente la gente suele ser respetuosa, pero me he encontrado de todo en dos lactancias…
Y más tarde llega cuando Hija1 o Hija2 adquieren la capacidad de moverse por la casa. Al principio vas al baño cuando están dormidas, por miedo a que líen alguna (las primerizas, creemos que nuestras criaturas tienen superpoderes…); existen soluciones estupendas como los parques (como una cuna con paredes altas de red), pero qué difícil resulta hacer tus cosas en el wc con un hijo o hija berreando porque no te ve.
Claro que, una vez que se empiezan a mover con libertad por la casa, la solución suele ser evacuar aguas menores o mayores con la puerta abierta, primero para oír si están haciendo algo que no deben, y en ese caso salir corriendo con el culo al aire y el pantalón por las rodillas (qué imagen ¿eh?), segundo, por si lloran, para salir de la misma manera del baño, o tercero, por si necesitan en ese momento enseñarte un muñeco, y que te encuentren con facilidad.
Por no hablar del momento ducha… o esperas a que estén dormidos, cosa que a veces es incompatible con ser una persona aseada viviendo en sociedad, porque las cosas tienen unos horarios que no se adaptan a la rutina sueño-vigilia de tu chiquilla; o, yo terminaba muchas veces duchándome con alguna de ellas, o ellas haciendo construcciones de lego en el baño mientras yo me duchaba.
En casa ya ni echo el pestillo. ¿Para qué? si es sentarme en la taza del wc, pero en plan, en el momento que hace contacto el culo con la parte de plástico, y “¡¡Amaaaaaaaa!!”. Joder, espera 20 segundos, que no me cuesta más mear, ¡lo juro! Pero no, es super urgente avisarme de que, por ejemplo, mañana tiene que llevar una cartulina a la ikastola… ¡si con este estrés se me va a olvidar! He de decir que ya van creciendo, y cuando ven que estoy en el baño han empezado a esperar, lo cual se agradece, de verdad…
Y la que sí ha empezado a echar el pestillo es Hija1, y a veces Hija2… la adolescencia, supongo… pero muy curioso, porque luego salen en pelotas del baño para ir a vestirse, sin ningún problema… si alguien lo entiende, me lo explique, gracias.
Así que, querida compañera, pasa. Pasa hasta la cocina, que aquí a algunas nos han extirpado el pudor a las bravas.
PD: Todo esto es aplicable a Aita; él, aunque no dio a luz, ni tuvo visitas guiadas en su dilatación, ni sacó una teta por la calle, sí que el resto de situaciones con momentos baño y ducha los ha tenido…