La ITV

Todo un trago ¿eh?

A mí es de las cosas que menos me gusta. Quizá sea porque me ha tocado pasarla con un troncomovil de flipar pepinillos, y si no que se lo pregunten a mi pobre hermana, que lo heredó en tercer lugar… Haber llegado antes, yo qué sé.

El bólido que tenemos actualmente es una furgonetilla que no es que dé muchos problemas, pero no puedo evitar sentirme como cuando tenías aquellas presentaciones delante de toda la clase, que ibas que no sabias ni tu nombre. Pues a mí me pasa con las palanquitas:

“Encienda el intermitente derecho”.

Pues yo el izquierdo.

El operario levanta la ceja.

“¡Perdón, perdón!”. Pongo el derecho.

“Bien, el izquierdo ya he visto que funciona… Los cuatro a la vez”.

“Luces de posición, cortas, largas”. Y yo toda estresada. “Antinieblas delanteras” Joder, dónde estaba… ¡aquí! acciono palanquita, operario suspira. “Antinieblas traseras”. Esta a la primera. “Marcha atrás, vale”. “Frena, vale, perfecto”.

“Vale, ahora te voy a mirar los humos” (Pues como me toques mucho las narices no sabes tú los humos que gasto…) Bien… Introduce un sensor por el tubo de escape, y empieza: “Acelera, acelera, acelera…” (mi cabeza: acelera un poco más, corre más que el veneno, que llevo dentrooooooo; Estopa, para quien no lo sepa). “¡YAAAAA!”. Joder qué susto, que estaba a mis cosas… A ver, majo… ¿no podrías ahorrarte un “acelera” y el grito final? ¡Es que me estresas un huevo! .

“Vale, para terminar aquí, ábreme el capó”. Esta es la parte que más me estresa de todas. ¿No os pasa que siempre te tropiezas con la palanquita, pero que en el momento que te piden que la acciones no la encuentras, la han movido? Pues a mí sí. Siempre. Todo el rato. Desde que tuvo que buscarla un operario en mi primera ITV, siempre, antes de ir, miro dónde está para encontrarla a la primera.

“Vale, todo bien, ahora avanza hasta ese punto”. Metes las ruedas en un agujero, que te mueve el coche entero y frenas. Luego con las traseras. Vamos ahí.

“Frena, más, más, más, más…”. Y venga de apretar el freno, como con miedo; “más, más, más… YAAAA” ¡Joder, qué susto! tanto insistir, pues con todas mis ganas, yo qué se… Freno de mano, meneíto, y fase superada.

“Bien” dice el chaval con cara de alivio “ahora vas ahí adelante y te atiende un compañero”. Se va suspirando, y hablando solo… no entiendo.

Llego al lugar del compañero. Aquí ya me tenso más, porque hay que poner el coche sobre dos plataformas para que lo eleven y le miren los bajos. Y yo soy muy de no acertar, y confundir derecha con izquierda, y siempre tengo la sensación de que va a ir el coche al fondo del foso, en torcido, y voy a salir en sucesos del periódico. Y eso.

Así que nada, siguiendo las instrucciones del amable (sí por los coj…) operario, que este ya es el coche número 25 que ve y tiene ganas de acabar el turno, consigo poner el coche en buena posición y bajarme sin contratiempos. Lo suben, lo menean, lo bajan y me dicen que todo requetebién… ¡¡YUJUUUUU!!

Recuerdo una vez que había que pasar la ITV al troncomóvil del que he hablado más arriba. Era ya un coche viejico, y mi señora madre me pidió que fuese con ella, y que lo llevase yo. Y en estas, a una madre, no se le puede decir que no.

Así que allá fuimos, en versión Telma y Louise, con el R19 con alerón (ahí, a tope) a probar suerte.

Vuelta por la autopista para echar humos (truco que hemos utilizado todas las personas aquí leyentes, I know), y para la ITV.

Llegamos, hicimos cola, hicimos papeles, y para dentro. Yo, toda obediente, iba siguiendo las instrucciones del operario, con la esperanza de que todo fuese bien, mientras mi madre optaba por la estrategia de hablar, hablar, hablar, hablar… hasta que el chaval no supiese ni qué estaba haciendo, medio mareado. Tan efectiva fue su táctica, que el chico en cuestión se olvidó hasta de coger el número de bastidor, todo amable siguiéndole la conversación a mi madre.

¿Funcionó? Correcto. ¿Nos dieron la ansiada pegatina? También. ¿Sudé tinta? Obviamente. ¿Decidí que a partir de entonces me llevaría a mi madre siempre a pasar la ITV? Por supuesto, pero no se deja.

Así que a una mala, siempre está aquello de: “Venga, txurri, te cambio pasar la ITV y por otra cosa apasionante… yo que sé, ir de tiendas con Hija1 (13 años)… ¡no me negarás que es un buen trato!”. Y acepta; como para no aceptar… Yo también aceptaría si no me agobiase tanto la ITV.

De tiendas con adolescentes, da para otro post, que ya llegará.

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1 comentario de “La ITV”

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