Este año, tras el paréntesis pandémico, vuelve el acontecimiento trabajil por excelencia: la comida/cena de Navidad. Momento en que esas personas que comparten entre 7 y 8 horas diarias de su vida (10 en los casos noctámbulos), conviven en un ambiente lejos de los ordenadores, oficinas, plantas del hospital o chiquillos cargados de mocos.
¿Que hay ganas? Sin duda. No hay más que ver cada acontecimiento que hemos ido recuperando tras la distancia de seguridad implantada por el COVID, el recorte de horarios, de quórum para asistencia a eventos: San Fermines (#losviviremos, decía el ayuntamiento… y ¡vaya si los vivimos!), carreras populares (como la del cáncer de mama), fiestas de lo pueblos en general, o todo tipo de celebraciones lúdico-cultural-gastronómico-deportivas en lo que lo estamos dando todo.
Había quien decía que esto iban a ser otra vez “los locos años 20”, y sí que lo están siendo… pero del siglo siguiente.
Volviendo a la celebración trabajil-navideña, no he podido evitar recordar ciertos perfiles de personas que se han ido repitiendo en las distintas comidas o cenas de trabajo a las que he ido, en distintos ámbitos laborales. Conste que este post está empezado a escribir antes de la celebración de este año, con algún retoque posterior, veremos si se siguen cumpliendo.
- La organizadora: es quien se encarga de buscar el sitio, pasar al resto las opciones, explicarlas varias veces a las personas más obtusas, recoger el dinero (que, si no anda lista, a veces palma pasta, ya hablaremos del “Andanas”), y una vez sentada a cenar, ya relajarse y disfrutar del momento; a no ser que haya algún problema en el restaurante, entonces pasa a ejercer de “negociador de las Naciones Unidas”, para acercar posturas entre el hostelero y el compañero de curro que se ha pasado con los mostos en la quedada previa a la comida o cena.
- La animadora socio-cultural: es quien se encarga de la animación más allá de la organización de la comida. Es la que lleva pitxorradas para ponerse, recién compradas en el bazar de la esquina, y la que comienza los cánticos regionales y del año de la tos en la fase 4, tras la exaltación de la amistad. Organiza el amigo invisible (otro melón a abrir).
- La speaker: Esta persona es la compañera de batallas de la anterior; una organiza y la otra lo casca. Es la que coge el micrófono en el autobús, se lo pide al DJ para dedicar la canción “a todas mis compañeras de cardiología”, y empieza a sonar “Marta tiene un marcapasos”… Hay que dejarle el micrófono en pequeñas dosis, más que nada para que el DJ pueda seguir haciendo su trabajo.
- La desconocida: Es esa persona que llega al punto de quedada, y nadie sabe quién es. El caso es que la voz te suena… Pues es la Susi, la enfermera del rotado, que normalmente la ves con un moño pocho, o una coleta hecha con vendaje tubular, el uniforme dos tallas mayor porque, angelico, nunca hay de su talla, con todas las cosas que se llevan colgando del uniforme, la mancha del café a modo de medalla, las gafas de miope convencida y sin maquillar; y de repente aparece con un modelazo, recién pasada por chapa y pintura, y con las lentillas. Pues no la conoces, qué le vas a hacer.
- El Dr. Jekyll y Mr. Hyde: Esa persona tímida, tímida en el trabajo, que nunca dice una palabra más alta que otra, discreta, poquita cosa, correcta… que llega la cena, se toma dos cubatas y es el alma de la fiesta, le quita el micrófono a la Speaker, se pone todos los accesorios de la Animadora, y termina que no sabe ni cómo ha llegado a casa.
- La Txapas: Esta persona está en todos los acontecimientos. En todos. Da igual del trabajo, familiares o de amigos. Es la típica persona que no encuentra un mejor momento para hablar (normalmente con los jefes, esto les va en el sueldo), del margen de mejora de noséqué inversión, de las mejoras en la organización de planta o de la crisis del gobierno, da igual. Suelen ser personas precursoras de la vuelta al tabaco de mucha gente que, con la excusa de salir a fumar, huyen despavoridas de la turra del colega…
- La que se llama Andana: De esta persona también hay en todos los grupos. Es la típica que, en ese Maremagnum que es el momento de pagar a escote, que todo el mundo está un poco Pinky Winky, y arroja los billetes sobre la mesa sin orden ni concierto, como si no fuesen suyos, se escaquea, se va al baño, le llaman por teléfono… La cosa es que falta pasta de los cálculos que en un momento de lucidez ha hecho la Organizadora, y hay que poner algo más. Es también la que se escaquea de poner bote, pero luego se pide los cubatas con el ron más caro, y no gasta un euro.
- La primeriza: En mi gremio, la enfermera o TCAE recién graduada, que pilla contrato goloso en planta, y se ve con la confianza suficiente como para acudir a la cena. Es la primera vez que viene a un evento con la mezcla de edades que se da en los centros de trabajo, hasta ahora solo ha salido con gente de su edad. Y flipa. Te la encuentras en una esquina, con ojos de cervatillo, que no le dan para abrir más, viendo desmadrarse a las jefaturas, a la compañera que le parecía seria y borde, y a la amiga de su madre, que podría ser… ¡su madre! Para la siguiente ya espabilan.
- La reenganchada: Normalmente madres, que hicieron un paréntesis en su vida nocturna (excepto cuando le toca turno), para la crianza de sus retoños, y que vuelven a retomar la fiesta más allá de las medias-noches de nocilla, los gusanitos y la coca-cola zero zero de los cumples infantiles. Y aderezan la coca-cola con brebajes espirituosos con catastróficas consecuencias, que ya han perdido fondo y forma en esto de salir. Al día siguiente toca partido con los chiquillos, comida con la suegra o matronatación… ¡pero que le quiten lo bailao!
- La de la barra: Persona que está animada, lo pasa bien, pero lo de bailar no es lo suyo, así que hace “barra fija”, con un movimiento rítmico del pie y una mano en el bolsillo. Normalmente se trata de hombres, o bien tímidos, o bien conscientes de que llevan un ritmo propio a la hora de bailar. Tras un para de tragos, se desinhiben y bailan que da gusto.
- La bomba de humo: Es la persona que de repente ves, y ya no la ves. Se va sin decir nada, no sabes muy bien cuándo, cómo, ni con quién; pero el caso es que en el momento que ya tiene suficiente, se pierde entre la gente y ya.
- La apegada: Persona que nadie conoce de nada, que se ha perdido de su grupo, y revolotea alrededor de tu grupo a ver si alguien le hace casito. De repente ve a alguien de tu grupo con la que estuvo trabajando en la planta de Trauma, y ya sois “friends forever”. Termina la noche con vosotras tras invitar a una ronda de txupitos (hay que hacerse valer…).
- La sujeta-farolas: O columnas, o paredes… Es esa persona pasada de mostos (y a veces otras sustancias), que para mantener la verticalidad de su cuerpo serrano precisa de un punto de apoyo, normalmente de material de construcción recia. De mirada perdida, o con los ojos cerrados directamente, mira con cara de besuguete a su alrededor, pero realmente ni ve, ni oye, ni entiende. En ocasiones tiene como complemento un vaso con un culín de cubata aguachinado, y un manchurrón por toda la camisa o blusa de origen desconocido, que en ocasiones viene de su propio interior. Tiene dos opciones: caerse de morros y que algún buen samaritano lo recoja, o despejarse lo suficiente para poder coger un taxi que lo deje en su casa; ya, el cómo suba, es cosa suya, no del pobre taxista, que bastante tiene con lo suyo…
- La fotógrafa: Es la persona que está continuamente con el móvil en la mano, haciendo las fotos de grupo, de los platos de la cena, grabando vídeos del baile… y por qué no decirlo, sacando fotos a traición. Ese móvil tiene más peligro que una caja de bombas. Si lo pilla Julian Assange te monta un WikiLeaks en medio minuto. Si la fotógrafa es mala persona, puede luego montar una pequeña red de influencias bastante jugosona: Este día de vacaciones por la foto de la conga a la jefa; este cambio que no te viene del todo bien por la foto de Coyote Dax… Cosas. Hay que decir que conforme pasa la noche, no sé bien si es la fotógrafa o el entorno, que se van desenfocando…
- La bajapersianas: Da igual qué cena o comida sea: Navidad, Sanfermines, jubilación de Josefa o cumpleaños del sobrino. Es la que se queda a barrer con los camareros, si le dejan. Baja la persiana de todos los garitos. Tiene más pilas que el conejito de Duracell.
- La Spotify: Es la que se pega toda la noche, cada vez que empieza una canción, a saltar como una loca al grito de “TEMAZOOOOO”. Se sabe todas las canciones que pone el DJ; desde Rafaella Carrá hasta En Tol Sarmiento, pasando por Queen, Avicii, Marta Sánchez o La Pegatina. Si su memoria fuese tan buena para los datos académicos, ya se hubiera sacado la plaza hace 10 años.
Con todos estos perfiles, y alguno más que me habré dejado, seguro, se forma un pequeño ecosistema que, salvo sobrada de alguien, suele estar en perfecto equilibrio, y genera recuerdos colectivos para risa y rememoraciones venideras.
Para que esto sea así, si eres primeriza o has perdido costumbre en esto de salir de fiestuki con la gente del trabajo, unos pequeños consejos, algunos propios, otros que me han ido dando:
-Llega puntual. Si no te tocará esquina de la mesa, o al lado del Txapas; o de la Animadora, y acabarás cubierta de purpurina con unas gafas de “Feliz 2023”; tú verás.
-Entre cubata y cubata, hidrata. Con agua, no con cerveza ni txupitos; eso es mezclar, y las mezclas no son buenas.
-Controla el consumo de alcohol. Recuerda que el lunes vuelves a la oficina, planta o cole; si te sobras, te lo van a recordar, o se va a comentar. Son compañeros de curro, no tus colegas… Y vomitar en la cubitera de la mesa, no es una anécdota graciosa para recordar.
-Vale más una retirada a tiempo que una victoria.
-Si vas a conducir, cerveza sin alcohol. Es bastante básico, pero es que el personal…
-No hagas bomba de humo; avisa a alguien de que te piras. La gente se suele preocupar, y más (desgraciadamente) si eres mujer, en estos tiempos tan rarunos.
Y tras estos bonitos consejos, solo queda desearos que lo paséis txupi-piruleta en vuestra celebración navideño-trabajil; que os den bien de comer o cenar; que bebáis lo justo y necesario; y que bailéis como si no hubiera un mañana, que eso ayuda a animar el alma.