¿Qué pues?
Nada pues, aquí estamos pues… y ya ha pasado un año.
Un año desde que te fuiste, desde que dejamos de poder compartir bromas, risas, cabreos con la política y un montón de cosas más.
No te tocaba. Y por mucho que siga pasando el tiempo, sigo pensando lo mismo. No te tocaba.
Pero pasó.
Ha sido un año duro, muy duro.
Podría decirse que ha sido el año de “el primer (añadir evento) sin ti”,
El primer día del padre sin ti, que tampoco es que fuésemos mucho de celebrarlo, pero alguna coña caía seguro.
El primer cumpleaños de cada uno de nosotros sin ti, y encima la mayor parte de ellos en cuarentena, pero dura dura. De hecho el primer día que nos juntamos después del confinamiento fue en el mío… con más miedo que otra cosa para tocarnos, abrazarnos…
Las primeras vacaciones de verano sin ti, muy raro estar en el camping sin ti. Muy raro.
Los primeros no sanfermines sin ti (en este caso sin ti y sin nadie… lo hubieras flipado).
La primera Navidad, y sobre todo Nochevieja sin ti…
Esto en lo que son las fechas típicas.
Pero en lo que más se te echa de menos en el las pequeñas cosas de cada día. Suena a topicazo, pero es así.
El primer miércoles en ir a la ikastola a por Hija1 e Hija2 y que no estés ahí para meterte con mi forma de aparcar.
El primer ir a comer a vuestra casa y que no estés ahí para darme los tres besos.
El primer amigo invisible en el que no participas.
El primer partido que ganó Hija2 y que no estés ahí.
Que me salga un grano en la nariz y no estés para decirme que me ha salido un Gargamel.
El primer pote con tu cuadrilla sin ti.
La primera cima sin ti.
La primera semana blanca de Hija1 sin ti, y sin poder contarte lo increíble que ha sido para ella esquiar, sabiendo lo que a ti te gustaba. Sé que te lo ha contado, ella me lo dijo.
Son muchas primeras veces, muchos momentos concretos y chorrones en los que se te echa de menos.
Escuchar por primera vez a Mungo Jerry y su “In the Summertime” sin tus “¡uh!” desde las entrañas.
Ver las noticias contigo y que baje todo el santoral cuando nombran a la casa real (con el emérito a la fuga sí que hubieras flipado).
Esa risa perruna después de incordiar a tu señora esposa. “No le hagas enfadar, que luego me la cargo”.
Ese “tú te callas que a ti te pelaba los garbanzos” cuando reñía a alguna hija por algo.
Verte vacilar y disfrutar con el “¿qué ha dicho?”.
Tu manera de mirar a tu alrededor en las comidas familiares, vernos a todos, a tus nietas y afirmar con cara de “todo está bien”.
Si siempre hemos sido una familia unida, de la que te sentías orgulloso, ahora estarías mil veces más orgulloso. Compartimos todavía con más alegría los logros de todos, y acompañamos en los fracasos o cuando se nos tuercen las cosas.
Nos apoyamos, nos queremos.
Ha sido un duelo duro, muy difícil de llevar. De normal lo son, pero es que este ha sido (y sigue siendo) todo lo contrario a normal. Con confinamiento incluido, sin poder acudir a nuestros círculos, sin el apoyo físico de nuestros amigos (el emocional ha estado ahí, en la obligada distancia, pero ha llegado y se ha notado, ha sido fundamental), sin un abrazo, una carantoña, un beso… Muy duro, una puta mierda, vaya, que no voy a tener contemplaciones con llamar a las cosas por su nombre.
Y en ello seguimos. Unos días mejor, otros peor, pero vamos para adelante.
Y con el convencimiento de que tenemos a la familia para lo bueno, para lo malo y para lo puto peor, ya lo hemos demostrado.
Todo este año has estado presente. Todo este año, todos los días (y más con la de situaciones surrealistas que hemos vivido), ha habido momentos de ¿te imaginas aquí a tu padre?¿te imaginas al aita viendo esto?¿qué habría dicho el aita con lo otro?
Y ha habido lloros, pero también ha habido sonrisas, e incluso risas, cuando dolía un poco menos.
Las txikis te han tenido muy presente también. Sigues siendo, y seguirás siendo SU Pakillo, su kalamar, su mejor amigo… Te echan de menos. Mucho. Te recuerdan con mucho cariño, y estás presente en su día a día.
Y la vida sigue. Y podría decirte un montón de primeras veces sin ti que nos va a tocar vivir, pero en realidad siempre vas a estar ahí. Siempre estás presente. Siempre nos preguntamos lo que dirías o aconsejarías cuando nos pasa algo, o cuando decidimos algo, y mira por donde, que solemos coincidir en lo que pensamos cada uno.
Seguiremos viviendo y disfrutando nuestra vida, pero lo haremos también por ti, contigo. Siempre vas a estar aquí, con nosotros, en nuestro pensamiento y en nuestro recuerdo. Sé que si te digo que también en nuestro corazón, vas a empezar a ponerte nervioso y a llamarme moñas, así que vale, lo dejo en el pecho, pero se te siente aquí dentro.
Tu partida fue repentina, para nada esperada, y quizá quedaron cosas por decir, aunque estaban demostradas en el día a día de sobra. A veces no hacen falta palabras para expresar los sentimientos. Y tú eras experto en eso. Nos enseñaste a expresarnos en hechos, en miradas y en un apretón en el hombro.
Y aunque me dirías “qué moñas”, te lo digo: te quiero.
No me despedí
Y lo siento
No me dio tiempo a decir
Lo mucho que te quiero (Morgan)