Diario de confinamiento

Día 1.

Lunes. Comienzo de semana. Ha salido el sol, hoy tengo fiesta… ¿qué podría salir mal?

La cosa es que llevo unos días con una tosecilla, así como con flemas… Y decido llamar a mi médico de cabecera. Comienza la odisea.

Una, dos, tres, cuatro… ¡cinco! He tenido suerte, a la quinta llamada me cogen.

Me coge la administrativa:

-Centro de Salud de Este Sitio, ¿qué quería?

-Buenos días (ante todo buenos deseos). Quería una cita con mi médico de cabecera (sé que va a ser telefónica, pero la esperanza es lo último que se pierde).

-Ya… (tono de resignación, madre superiora) ¿Apellidos?

-Iturriberrigorrigoikoerrotaberrikoetxea Bidagurenbeingoetxea (no son los míos, pero por facilitar la lectura).

-Vale, Fulanita, ¿verdad?

-Correcto.

-Bien, ¿y qué es lo que te pasa? Es que, depende de lo que sea, te llamará tu médico de cabecera, ya sabes cómo andamos…

Y aquí es donde yo me cabreo. Y no con la administrativa, que bastante tiene con lo que tiene. Trabajo en sanidad, y creo que los administrativos no son quienes tienen que hacer el triaje. NI están formados para ello, ni tienen por qué asumir esa responsabilidad. Algo está mal organizado, o no sé… Además, que están desbordadas.

Pertenezco a un centro de salud con una abundante población bastante avanzada en años (con las dificultades que esto tiene para explicarles bien las cosas, que las oigan y que las entiendan, por teléfono es super complicado), y con una población migrante bastante grande (con las dificultades de idioma, en algunas ocasiones, o de cultura, que a veces complica la comunicación, y cosas que aquí damos por hecho, para otras culturas es un horror). A este cóctel tan chuli, añadimos la jubilación de dos médicos (de los de toda la vida, que los mayores del barrio adoraban), que no han sido sustituidos… ¿por qué? porque no hay médicos, por lo que su cupo lo han repartido entre los que quedan, más alguna que otra baja de facultativos, por aislamiento preventivo, por estrés, por escuatro y por contingencias que surgen. Y para rematar, pandemia mundial… ¿alguien da más? No, gracias.

Pero bueno, toca hacer de tripas corazón, y tira, que si no, no me van a atender…

-Pues mira, llevo unos días con tos y flemas, y me gustaría que me mirasen un poco, para que no se me complique (que soy muy de complicarme los catarros).

-Vale, te llamará a lo largo de la mañana.

A lo largo de la mañana son las 15.00h. He de decir que mi médico de cabecera es una mujer joven, implicada con el barrio y sus pacientes. Entre el COVID, las jubilaciones y las bajas, está haciendo horas extras como para regalar, y lo hace por no dejarnos colgados. De esto se aprovechan las administraciones y las empresas privadas, de la vocación de los profesionales, porque luego ni pagado, ni agradecido, pero esto es otro tema…

-Hola Fulanita, ¿cómo te encuentras?

-Pues mira, tos, con flemas, y me pita el pecho, así que supongo que catarro complicadico de los míos, vamos, no me da la sensación de que sea coronavirus…

-Ya… ¿fiebre? no, ¿dolor de cabeza? a veces por la tos, ¿dolor abdominal? no, ¿diarreas? no, ¿cansancio? no, ¿dolor muscular? no, ¿pérdida de olfato o gusto? no. Pues mira, yo creo que tampoco es coronavirus, pero, aunque el dolor de cabeza sea por la tos, tengo que mandarte a hacer el PCR. ¿Con quién vives?

-(Mierda. Esta pregunta no me gusta. Ya sé lo que se viene). Con mi marido y dos hijas.

-(Resopla, no me gusta) ¿Y qué edad tienen tus hijas?

-(Mierda, ¿qué tiene que ver?) 10 y 12.

-(Casi le da la risa floja) Bueno… Te cuento….

Y me cuenta: Evidentemente, confinamiento hasta que tenga resultado del PCR, baja médica. Pero claro, como vivo con más gente, encerradita en la habitación (porque por suerte, tenemos 2 baños). Como Hija1 e Hija2 son menores de 12 (aunque Hija1 tenga ya 12), no pueden acudir al centro escolar. Y, lo más importante de todo, cita para la PCR… ¡el miércoles! (recuerdo que estamos a lunes).

Pues nada, puesta en marcha de la “operación confinación”. Mi chico saca lo que necesita de la habitación, me meto el ordenador, correo a la ikastola, llamada a mi jefa… y mucho tiempo ocioso por delante. Y mi chico, de camarero. Como yo no puedo salir, me trae los víveres, el agua fresquita, un cafecito para después de comer… si es que es una joyica.

Así que, aburrido para mí, intenso para mi chico: teletrabajo, tareas escolares y tareas del hogar… un sueño.

Día 2.

Martes. Y como decía mi padre, de mierda te hartes.

Y tanto… no llevo 24 horas “confitada”, y ya estoy hasta un sitio. Me levanto a una hora decente (8.00), me traen el desayuno, se lo llevan tras pulverización lejiosa.

Tenía un curso online pendiente. Lo acabo. Un par de e-mails de la ikastola. Muy bien organizados, mandan tarea para las txikis, hay comunicación y atención personalizada. De diez. Netflix. Un poco de deporte (en espacio reducido, se hace lo que se puede). Ducha. Me traen la comida, se la llevan clorificada. Me aburro. Prime Video. Me lio a ordenar el armario. Merienda. Ordeno fotos. Me aburro. Me aburro. Me aburro otra vez. Cena. Netflix otra vez. Me aburro. Me duermo.

Por lo menos he organizado el armario.

Día 3.

Miércoles de PCR (es como el de Ceniza, pero metiéndote un palo… por la nariz).

Me levanto tras un sueño reparador. Hoy camada (8.30h.). Tras cargar pilas tras el intenso día de ayer, decido hacer algo con mi vida tras el desayuno… y me pongo Netfix (plataforma del demonio). Al rato un poquito de deporte. Ducha. Me aburro. Escribo. Me visto y me voy andando al lugar de los PCRs. Siento que mis piernas se vuelven a activar.

Tras la breve prueba (yo soy súper valiente y ni lloro, ni me desmayo, ni nada), vuelta a la cueva.

Me traen la comida. Se la llevan enlejiada. Prime Vídeo (por variar). Ordeno más fotos. Cotilleo redes sociales. Me aburro. Meriendo. Netflix. Escribo. Me pongo música. Se presenta mi madre cual aparición Mariana en la puerta de casa con unos tuppers para facilitarnos la vida (la veo en la distancia). Amatxo, te adoro. Me traen la cena. Tele. Me aburro. Me duermo.

Día 4.

Jueves. Día de resultado.

Soy consciente de que no tengo coronavirus, pero estoy más nerviosa que esperando una nota de examen. Ante mi impaciencia, decido mover hilos (ventajas de trabajar en salud), dando mi permiso expreso para mirar el resultado a una persona, tras mirarlo a través de la plataforma de Salud, con el DNI electrónico y el pin que te dan y que no haya resultado. Ventajas de tener una pareja dedicada a la informática… Dime un cacharrico, que seguro que lo tiene, o lo apaña (era muy fan de McGyver).

Cerramos líneas, tenemos los resultados.

Con el 98% de fiabilidad…

… el test PCR ha decidido…

… que el resultado de la prueba es…

(Chanchan chanchan chanchan chanchan)

(Oímos los latidos en los oídos, se nos sale el corazón del pecho…)

¡¡¡NEGATIVO!!!

Confeti, aplausos, botellas de champán, más aplausos, abrazos…

Bueno, igual exagero un poco, pero vamos, la alegría ha sido grande. Sobre todo para mi chico, que estaba ya que se subía por las paredes, con tanto frente abierto. Ahora le llamamos Spiderman.

Recogemos el chiringuito tras la confirmación por parte del centro de salud del negativo, y vuelta a la nueva normalidad… hasta la siguiente.

Conclusiones a las que hemos llegado:

  1. Qué suerte tener dos baños para facilitar el confinamiento.
  2. En una pareja con hijos, aburrido para el confinado pero intensisisisisisisisísimo para el no confinado.
  3. Sigo pensando que teletrabajo con hijos es mentira.
  4. La ikastola en general y las tutoras en particular, de diez.
  5. Para mi próxima vida, casa con jardín.
  6. Sigo con mi catarro flemoso. Luego me lo ven.
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1 comentario de “Diario de confinamiento”

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