¿De quién es este niño?

Esta es la pregunta que haces cuando no eres madre y hay un niño dando guerra, y que cuando ya lo eres, te solidarizas con aquella madre apurada de tu pasado reciente que te miró con cara de “perdón, perdón, perdón, perdón” cuando su chiquillo te tiró el helado de cucurucho por encima.

Se da en situaciones de lo más diversas y a cada cual más vergonzante para los progenitores del txiki en cuestión. Que cuando suena la pregunta distingues perfectamente a las personas que tienen hijos de la sala, porque todos tienen esa mirada de miedito en los ojos, y cara de “que no sea el mío, que no sea el mío”. Veamos algunos ejemplos:

Cola del hipermercado. Has hecho compra enorme, vas con dos fieras de corta edad, pero la suficiente como para no poder tenerlas dentro del carro o en el asiento bloquea-txikis que todo carro de gran superficie tiene (gran invento). Vas sacando cosas a la cinta, cuando de repente suena la alarma. Y se oye a la persona responsable de caja más desagradable del mundo: “A ver, ¿de quién es esta criatura?”. No quieres levantar los ojos de tu carro, temes la realidad, pero terminas haciéndolo, y ves que es Hija1, acompañada de Hija2 intentando mover las puertecillas de emergencia (esas que llegan a la cadera), porque les ha parecido super divertido. “¡HIJA1, HIJA2! ¡Aquí! ¡YA!”. Se miran entre ellas y vuelven como si no hubiesen roto un plato en su vida…

“Perdona, ¿eh? que me he dado la vuelta y ya la estaban liando…”. Sonrisa cómplice de otras madres, cara de acelga de la responsable de la caja… a ver si acabamos rápido y me piro vampiro.

El nivel máximo que puedes alcanzar en un hipermercado/centro comercial es el de: “ding, dang, dong… Atención, por favor, se ruega a los padres de la niña Periquita pasen por información; los padres de la niña Periquita… dong, dang, ding”. Y ves a una pareja que se mira… “¿no estaba contigo?” “no, ¡estaba contigo!”. Y ¡hala! a echar a correr hacia información…

Parque. Llevas a la prole al parque. Si tienes solo un hijo, ni tan mal, solo tienes que mirar en una dirección; pero cuando ya hay más, la cosa se complica y desarrollas el sentido arácnido, ese que te hace mirar en el momento justo en que uno de tus churumbeles está haciendo algo que pone en riesgo su integridad física, y la tuya mental, y llegas a evitar el desastre en forma de golpe o brecha.

Pero como humanos que somos, tanto amas como aitas, pues hay veces que ese sexto sentido se queda aborregao; así que se oye un “clonk” seguido de un “aahhh” aspirado de algún adulto, y de repente un lloro a un volumen considerable. Y la pregunta “¿de quién es este niño?” y aparece tu hijo o hija con un chichón tamaño huevo en la frente, llorando desconsolado. Lloro que se acrecienta en cuanto te ve. Muy bonito todo…

Biblioteca municipal. Vas tras la ikastola con Hija1 e Hija2 a la biblioteca, para hacer la tarea, y de paso hacer tiempo para la actividad extraescolar que toca ese día. Tienen 7 y 5 años respectivamente. Hija1 tiene que hacer 4 restas con llevada, que nos cuestan una vida, e Hija2 está superentretenida buscando a Wally. Hija1 te pide que le acompañes al baño, y la pequeña decide que se queda sola los cinco minutos que va a costar. “Formal, ¿eh?”, “sí, ama, lasai”. Cinco minutos, ni uno más tarde, sales del baño con Hija1, y te encuentras a la bibliotecaria con Hija2, que ya había encontrado a Wally, y como la paciencia no es una de sus virtudes, ha ido por libre a buscar otro libro, sacando directamente los que no le interesan.

“¿Es tuya esta niña? A ver si las vigilamos un poco…”.

“Perdona, sí, que he ido con la otra al baño y han sido 5 minutos”.

“Ya…”.

Luego descubro que Hija2 en realidad estaba recogiendo los libros que otro niño había sacado, pero la bibliotecaria no está de humor para explicaciones… Pues estás en la biblioteca infantil; que no digo yo que tenga que ser un txikipark, pero que los niños hasta 7 años no son silenciosos lo sabemos todos…

Piscina. Esta historia basada en hechos reales, visto por estos ojitos que, como decía mi padre, se han de comer los gusanos.

Txikis de 1, 2, 3 e incluso 4 ó 5 años chapoteando en la piscina infantil, con sus minibañadores, sus pañales-bañador y sus juguetes de plástico. De repente, un muchachín de unos dos años y medios, orgulloso de su aprendizaje, porque ya sabe mear como los mayores, decide sacarse el pizarrín y echar una meadica, así, en mitad de la piscina. Todos los adultos del borde de la piscina recogen a sus churumbeles entre risas y caras de “¿de quién es este niño?” mientras la madre, con cara de mecagüenelcríoaverconquécaravuelvoalapiscina, coge al chiquillo y se lo lleva al baño mientras se oye a lo lejos “a ver, hijo, en mitad de la piscina no, ¡¡EN EL BAÑO!!”.

Los padres y madres que estaban en la piscina de chapoteo con sus hijos, la rodean sin saber qué hacer… A ver señores, señoras… que por mucho bañador-pañal que lleven vuestros hijos, o mucho que penséis que controlan, TODOS y repito, TODOS, se mean en la piscina; y si no, de qué esa turbidez del agua y esa temperatura así, templadilla… Es solo que este niño ha sido más transparente que el resto. Mi solidaridad con esa madre.

Restaurante. Si es un restaurante de estos de comida rápida o familiar, no suele haber problema porque están preparados para este exigente público que son los niños.

Si no, ahí viene el conflicto…

Nosotros, cuando íbamos con las txikis más pequeñas, solíamos llevar algo para que estén entretenidas, en plan cosas para pintar, o algunas cartas o así, porque si no, en cuanto acaban de comer, se aburren, y a todos nos apetece estar un ratico de sobremesa tranquilos; por lo tanto, no nos desentendíamos (como a veces se ve), pero sí que las entreteníamos en el sitio. Hay que hacerles casito.

Peeeeeroooo siempre existe ese padre/madre que no les hace casito, que está a gusto echando el cubatilla de después de comer y los txikis, pues como que vuelan por libre. Y ahí están, jugando al escondite, corriendo entre las mesas, montando ruido y poniendo el trabajo difícil a los camareros y camareras…

Y ahí va el encargado, caza uno al vuelo, y se oye en el comedor: “¿de quién es este niño?”. y el padre, o madre, que estaban comentando con sus amigos la obra que habían hecho en el baño, cuando aterrizan en este terrenal mundo, con cara de “bueno. tampoco es para tanto”, reclaman al chiquillo, le riñen un poco y lo dejan de nuevo volar libre. A la segunda llamada de atención, se ofenden, asegurando que no van a volver más a este local, que no saben tratar a los niños, recogen y se van. Vale, pues si no vais a volver, me apunto este restaurante en la lista de favoritos, porque vaya tela…

Con todo lo que yo he vivido con Hija1 e Hija2 de más txikis, llego a varias conclusiones:

  • Cada edad tiene lo suyo. Hay temporadas que son para restaurantes con columpios cerca, y otras para restaurantes con wifi abierto.
  • Los niños son niños. No la lían a mala leche, sino que no son conscientes en ocasiones de las consecuencias de sus actos, hacen uso de su lógica: si me apetece lo hago; y así aprenden, viendo las consecuencias de lo que hacen.
  • Los niños son niños; nuestro sentido arácnido de padres y madres a veces falla, por cansancio o falta de sueño. Pero con el tiempo aprendes a analizar dónde y cómo te la van a liar, y eres capaz de adelantarte al desastre.
  • No existe ni la supermamá ni el superpapá; solo somos humanos, así que paciencia y a aprender con ellos y ellas.
  • “Los niños son más movidos, y las niñas más tranquilas” es una falacia que se inventó alguien sin hijos. Hay de todo. De todo.
  • Los niños son niños, a veces son impredecibles. En vez de gruñir a la apurada madre, o al agobiado padre, solidaricémonos un poco con ellos y no les bufemos, que bastante tienen con lo que tienen. Eso sí, si son padres o madre que le importa tres, y pasan, a esos sí, hay que bufarles y ponerles mala cara; total, no se van a dar cuenta….
Publicado en: Post

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