Hace poco surgió la conversación en el sitio donde (como ya he dicho otras veces) se tienen las conversaciones importantes: alrededor de la mesa.
Sabían que hace años yo fumaba, y a raíz de alguien conocido que había dejado, hicieron preguntas sobre el tabaco, el por qué se fuma, cómo se empieza… Y por qué lo dejé y cómo. Vaya por delante que es una de las cosas que he hecho en mi vida que más orgullo me producen.
Yo les conté mi experiencia: empecé con 16 años, porque “todo el mundo lo hacía”. Fumé, sobre todo, en el ámbito social, es decir, cuando quedaba con la cuadrilla, y más adelante fui fumando más: antes de entrar al instituto, en el recreo, al salir…
Les expliqué que es algo de lo que no te das cuenta, que poco a poco vas aumentando la cantidad, y que además lo niegas, aunque veas que la cajetilla de tabaco cada vez te dura menos. Además en ese tiempo era algo “normal”, era habitual fumar en la villavesa, en las zonas acondicionadas del hospital (flipa), o incluso en los exámenes de la universidad si te hacías tu propio cenicero (ahí Art Attack tuvo mucho que aportar).
Con 16 años ya podías comprar tabaco. Bueno, digo con 16 porque fue cuando yo empecé a fumar, pero de más críos, sin ningún problema ibas a la tienda de abajo (sí, esa que todos hemos tenido en el barrio), y a la que bajabas los cascos de Gaseosa te llevabas una botella de vino, media barra de pan y un paquete de tabaco, así, de seguido, con 10 años.
Peor era aún en una tienda de chuches/librería que había en la plaza. Era típico sitio donde toda la chavalería íbamos a comprar las chuches cuando teníamos cinco duros en el bolsillo: un regaliz, cinco gominolas de pela y un chicle boomer, que los cheiw se quedaban duros en seguida. La cosa es que en aquel sitio vendían cigarros sueltos, a 5 o 10 pesetas, según la marca, y daba igual a quién: podías ir con tus 12 años, que ahí te lo vendían. Aunque era algo normalizado (lo de fumar, digo) había personas adultas con dos dedos de frente, conscientes de que aquello no era bueno, por muy finales de los 80 que fuesen, y hubo denuncia, con lo que dejaron de hacerlo, o al menos tan a la vista.
Y entre batallita y batallita, hablando con ellas nos comentaron que había gente de su clase que fumaba, y otra gente que vapeaba. Hija1 tiene 15 años e Hija2 13. O sea que la cosa no ha cambiado tanto… Ellas dicen que no han probado (repito, dicen), y que tienen claro que no es algo bueno ni que les apetezca hacer; luego veremos cómo se desenvuelven con la presión de grupo, que es lo que a todos (o a la mayoría) nos ha impulsado a hacerlo, pero de momento lo llevan bien, no es una mayoría la que fume o la que vapee.
En el tema del vapeo, también lo tienen claro. Creo que es algo que se tiende a blanquear, porque como es vapor de agua con aromas, y puede no llevar nicotina…
Sé que es un medio por el que gente deja de fumar. Bienvenido sea. Pero también es un medio por el que algunos chavales se inician en el mundo del fumeteo, En nuestros tiempos prohibieron los cigarrillos de chocolate (del de cacao, no del otro, que ya llevaba tiempo prohibido), hubo quien se echó las manos a la cabeza, pero sí que es cierto que era algo con lo que los txikis jugábamos a la imitación, y normalizábamos la conducta.
Ahora se está poniendo de moda el vapeo en niños y niñas de 9 años. Me enseñaron Hija1 e Hija2 un vídeo viral de tiktok o Instagram, no sé, en el que una niña abre su regalo de comunión y es una caja con unos 20 vapeadores. Infantiles, sí, pero vapeadores. ¿Perdón?
Los hacen con sabores a chucherías o frutas, y con aspecto infantil, con dibujos y así. Con lo cual, la industria tabaquera se asegura futuros clientes.
Hay quien cree que son inocuos, pero al final estás metiendo en un pulmón (en este caso de 9 años) vapor caliente, y sustancias que, aunque no sean nicotina o marihuana, son saborizantes o aromatizantes que, qué quieres que te diga… bueno bueno no creo que sea, al final son químicos. De hecho existe una nueva enfermedad asociada al vapeo llamada EVALI, que causa lesiones graves en los pulmones…
“Ay, chica, no es para tanto… además le gusta”. Bueno, pues dale un vaso de vino, que lo mismo también le gusta… o úntale el chupete en anís, ya verás qué bien duerme…
Yo, de verdad, cada vez estoy más a favor del cursillo capacitante para ser padre o madre.