De nuevo tenemos cita electoral, la fiesta de la democracia o cualquier otro topicazo que te apetezca utilizar. En resumen, hoy tocaban elecciones municipales y para el Gobierno de Navarra.
Como cada vez, Marido y yo hemos ido al colegio electoral de turno a depositar las papeletas, encontrarnos con los vecinos de alrededor…
La verdad que me resulta curioso ver a la gente que se acerca a los colegios electorales. Ves a gente que de normal no pasean mucho por el barrio, o por lo menos no a las horas en que lo haces tú.
Ves a la gente mayor (80 para arriba) con sus mejores galas, que para eso es domingo de corbata y elecciones. Quizá porque conocieron lo que era no poder votar le dan la importancia y solemnidad que otros desconocemos.
La gente joven, a veces ni la ves. Por un lado por cierto desinterés, o por otro, porque algunos de los que tienen interés han sido de los primeros en ir a votar, y de ahí a la cama, que la noche ha sido larga. ¿Qué si hablo con conocimiento de causa? Ni confirmo ni desmiento. No voy a contar nada del amigo que hizo eso, se presentó a las 9 a votar llegando del Casco Viejo, y al no presentarse el 1º vocal ni sus sustitutos, le tocó pringar como un campeón…
Solo una vez me ha tocado estar en la mesa. No recuerdo si era 1ª o 2ª vocal, pero vamos, titular, nada de sustituta… Y ahí sí que me tocó ver mucha gente, muy distinta, y aunque un peñazo, en ese sentido resultó interesante.
Te llega la carta certificada, y piensas… joder, para una vez que me toca algo no será la lotería, no… Te llega el libreto con toda la normativa, tus escasas oportunidades de escaquearte (en mi caso ninguna), y que te pagarán las dietas (en aquel momento 67,40€, si no me lo estoy inventando).
Así que nada, llegado el día, te presentas en el colegio del barrio, para alegría de los sustitutos, te presentas al resto de la mesa, que los conoces de vista, y te explican el funcionamiento del tema. Y por último, te dan el sobre con los 67,40€ justicos, como dietas del día). Afortunadamente no me tocó presidenta, que esos tienen más curro, tienen que llevar las papeletas al juzgado, después de que entre todos las hemos contado, pero eso vendrá después.
Como decía, tomamos posiciones en nuestra mesa, con esas sillas tan cómodas que todos recordamos de nuestra época escolar, y te facilitan el listado de los votantes de esa urna, una regla de 30 para el subrayado y unos bolis para ir rellenando A MANO (como cuando no había trenes) el listado de los que van votando: nº de voto (orden correlativo), nombre con dos apellidos que copias del DNI, y el número que lleva en la lista que subraya el otro vocal. Y no te equivoques que no valen tachones.
¿Sabéis en qué puesto me tocó? Pues eso, ahí estuve copiando como una desgraciada la filiación de cada uno de mis vecinos que votaban en mi mesa. Una maravilla. Puestos a tocar, no me podía tocar subrayar, así sencillo… No. Copia y recopia.
Empieza a desfilar la gente:
El primero: el señor entrado en años, con txapela o gorra (estilo más moderno) y camisa de cuadros que llega el primero a todo. Ese día se tuvo que plantear si era el primero que votaba o el que compraba la primera naranja en el rastro. Una elección difícil.
El político: buena presencia, sonrisa “Profident” y rodeado de fotógrafos. Pausado a la hora de entregar el DNI, depositar el voto y saludar a los miembros de la mesa, que hay que quedar bien en la foto. Por fortuna votaba en la mesa de al lado, no salí en el periódico.
La gente de bien: llegan casi a la hora de comer, tras acudir a Misa…suntos, suelen ser una tropa entre los abuelos, los padres y la recua de hijos, todos vestidos igual, ellos con pantalón corto y ellas de vestido y con lazo a juego. Siempre existe el juego interno (de mí misma conmigo misma) de intentar intuir a quién votarán los que se acercan a tu mesa; en este caso, pocas dudas…
El original: te llega con un sobre más abultado que el resto. Aquí existen varias opciones: un taco de votos, para declararlo nulo; una rueda de chorizo, que deja el voto rico rico; un billete para que nos tomemos un pote (nos tocó uno y lo sorteamos)… e incluso dibujos hechos a mano en los que se representa su opinión sobre los políticos y el sistema actual. Pues eso.
Las personas mayores: estas me producen hasta ternura. Son estas personas mayores de 80, que han pasado las de Caín, y que no faltan a una cita electoral ni aunque estén ingresados, con lo que les costó conseguir la oportunidad de votar. Vienen con esos DNI azules, enormes, con fecha de caducidad 31/12/9999 y la foto en blanco y negro, con los sobres preparados desde casa, para evitar equivocaciones, te saludan tan amables y se van con la conciencia del deber cumplido.
Los que votan por primera vez: los hay que vienen con los amigos del barrio, votan ilusionados y se van, y luego los que el padre o la madre orgullosos retratan la llegada a la adultez democrática de la criatura, que piensa, muerto de vergüenza, a ver en qué momento le pareció buena idea ir a votar con su padre, si ya sabe cómo se pone. Es uno de esos momentos “tierra trágame”, en el que cobra bastante importancia la pregunta: “¿pero qué haces, aita?”. Es aquí, cuando bailas en una boda y te ven, o cuando en San Fermín invitas a una ronda de coca-colas a la cuadrilla adolescente de tu hija. Ley de vida.
La pareja con hijos txikis: estos txikis quieren echar el voto (que no se puede), y los padres se mosquean porque no les dejas (¡que no se puede!), si total, al crío le hace ilusión. Y ves al crío que pasa en moto, y que a quien le hace ilusión es al padre.
El baldragas: que ha pasado el día en el monte, llega a última hora, no sabe ni dónde tiene el DNI ni en qué mesa tiene que votar, pero termina votando, gracias a interventores, gente de los juzgados y policía municipal. Un cuadro.
Mientras va desfilando la gente, te vas encontrando con estos perfiles, pero también con situaciones un poco surrealistas, como la señora que casi introduce el voto sin que comprobemos que está en la lista (y encima no estaba en la nuestra), el señor que se ofende porque se ha dejado la documentación en casa y le vamos a hacer volver (señor, es obligatorio, no es cosa nuestra), o el que entra diciendo que todos somos cómplices de esta pantomima que es la democracia (pues vale). Así, van pasando las horas sin que casi te des cuenta (mentira, pero había que decirlo).
Te turnas para salir al baño, para salir a comer (siempre tiene que haber 2 personas en la mesa), te visita la familia, los amigos del barrio (que se descojonan de tu mala suerte), saludas a los vecinos… y por fin llega la hora de cerrar la mesa. Se comprueban y depositan los votos por correo, votamos los miembros de la mesa, y clausuramos la urna a las 20.15. ¿Y ya está? Pfffff JAJAJAJAJA. No te queda nada, maja.
En este momento empieza a hacerse notar otra fauna que hasta ahora se había mantenido en un segundo plano: apoderados e interventores. Realmente no conozco bien la diferencia entre un cargo y otro, pero el incordio para el ciudadano de a pie que son, lo conozco en profundidad. Son gente designada por los distintos partidos políticos que dedican su día electoral a pasearse por el colegio electoral, reclamando cuando faltan papeletas, y que pueden presentar reclamaciones, pedir certificaciones y entrar en los debates de la mesa (en el momento del recuento) con voz, pero sin voto.
Los hay muy correctos, que tienen la misma finalidad que tú: acabar bien y pronto para poder ir a casa de una bendita vez; pero los hay porculeros… no sé, les dan la acreditación del partido y se creen el sheriff Pitufín, o algo así… que sí, que si hay que reclamar, se reclama, que todos estamos para remar a favor y hacer del proceso electoral una cosa limpia, transparente y democrática… pero si ya hemos contado los sobres y los votos 2 veces y ha salido el mismo resultado, no me hagas volver a contar, que son las 23.00, no he cenado, tengo hambre y se me pone un carácter de lo más difícil.
En fin, una vez terminado todo, a casa. Y al día siguiente 5 horas de permiso en el trabajo, así que por lo menos descansaremos.
Esta fue mi bonita experiencia como miembro de una mesa electoral. Ganas de repetir, ninguna, pero claro, si hay que ir, se irá.
A Marido y a mí, la verdad es que nos interesa la política. Somo de la opinión de que si te preocupa lo que pasa a tu alrededor, en tu ciudad, comunidad, país… es que te importa la política, porque todas las decisiones sobre impuestos, políticas sociales, relaciones internacionales y demás las van a tomar las personas que han sido votadas y están en los cargos de responsabilidad, así que no comprendemos eso de “yo paso de la política”.
Y es algo que también queremos inculcar en Hija1 e Hija2. Haciendo cálculos, en las próximas municipales y autonómicas ya vota Hija1, así que tendrá que saber qué es lo que está haciendo… Cuando éramos monitores en un grupo scout, una de las actividades con los chavales mayores en época electoral era coger el programa electoral de todos los partidos políticos que se presentaban, e ir comparando los diferentes ítems: sanidad, educación, vivienda, juventud, internacional… La verdad es que era un ejercicio muy interesante y te ayudaba a elegir el que más se acercaba a tu opinión, o por lo menos “el menos malo”. Y es muy probable que lo hagamos con ellas.
Así que cuando Hija2 viene y pregunta (no puede guardarse las preguntas, es un rasgo que tiene) que a quién hemos votado y por qué, lejos de ofenderme, me gusta responderle y razonarle mi opinión, respetando los “pero…” que me plantea; resulta que a sus 13 años ya siente curiosidad por lo que pasa y por cómo funcionan las cosas. Y eso está muy bien, independientemente de que estemos de acuerdo o no, el debate es muy sano.
Así que nada, esperaremos los resultados pacientemente, como siempre… Y a ver qué aires se respiran en nuestra Vieja Iruña los próximos años.