Fin de semana después de toda la semana currando.
Por fin tienes un día para dormir un rato más.
Sabes que Hija1 e Hija2 tienen el extraño don, que con la edad se anula, de despertarse los fines de semana a las 8.00. O’clock. Ni un minuto más. Entre semana habrá que usar las palas de desfibrilar para que saquen sus cuerpos serranos de la cama, pero el fin de semana no. A las 8.00. O’clock.
Por suerte (y por paciencia), tienen la autonomía suficiente para prepararse el desayuno, desayunar y esperar a que su Aita y su Ama vuelvan en sí mientras juegan o ven la tele.
Peeeeeerooooooo hay días concretos (pocos, afortunadamente; ya está aquí “La Vinagres”), en que el tiempo, en general, decide que es buen momento para nevar.
Y llegan Hija1 e Hija2, emocionadas de la vida, dando saltos en la cama mientras tú te recuperas del micro-infarto que te acaban de provocar… “¡Ama, Aita! ¡¡¡Que está nevando!!!”. 8.00. O’clock.
“¡Vamos a bajar a jugar con la nieve!” Así, en afirmación, nada de preguntar.
Tú te quitas las legañas, intentas conectar con la realidad, tres respiraciones y pones la sonrisa de “buenos días, pequeñas bestias pardas; otra vez me despertáis con un poco menos de entusiasmo y un poquito más de suavidad”.
“Venga, desayunamos y vamos un rato”. Fiestón. Ese día da igual lo que les pongas para desayunar, como si les pones callos a la madrileña. Se los van a comer igual igual… No ven, oyen ni entienden algo que no sea nieve.
Y llega el scape room. Busca, entre la ropa de nieve algo que les vaya bien de talla y de “abrigación”. Porque estamos en noviembre, y ni te has planteado ir a la tienda esta exclusiva que no va nadie a por ropa de montaña y de nieve a por ropa abrigada para cuando nieve de verdad y vayas los fines de semana al monte o con los trineos o lo que sea. Por que tienen la mala costumbre de crecer un huevo de año en año…
Así que ahí están, Hija1 e Hija2 ya desayunadas, con una camiseta de cuello vuelto (afortunadamente cogimos la ropa térmica crecedera), y unos leggings térmicos, los calcetines “de monte” y delante del armario.
“A ver, Hija1″ pruébate este buzo (heredado, benditos amigos). ¿Te está bien? Ale, pues vete con Aita que está en la sección de botas y complementos”. Con Hija2 lo solemos tener más fácil, porque hereda lo de su hermana y todas sus amigas. Benditos amigos que pasan ropa…
“¡Vamos!” Dice Hija1 abriendo la puerta.
“A ver, Hija1, mírame”. Hija2 se mea de la risa. Estoy todavía en pijama. Organizando sus atuendos no me ha dado tiempo de vestirme. Y Aita está parecido.
Por fin conseguimos salir de casa. No sé si somos los primeros, o casi. Con el trineo, los ropajes y las botas no sé si somos una familia disfrutona de la nieve, o la expedición al Polo Sur de Amundsen.
Sigue nevando, así que están encantadas. Y nosotros también, por qué negarlo. Está super bonito. Va bajando el nivel de “Vinagres”.
Hacemos el preceptivo muñeco de nieve, con una zanahoria que ha bajado Hija2 (ella, previsora); guerra de bolas de nieve; angelicos en la nieve (seleccionando cuidadosamente el lugar, no sea que encontremos una “mina canina” bajo la nieve y nos rebocemos sin querer), y una vez empapadas y cansadas, vuelta a casa.
“Vamos a ver, todo el mundo en fila al baño grande”. Conforme entramos en casa, todos al baño grande, a quitarnos el calzado y ropa mojados, evitando empapar el resto de la casa; así en plan comuna. Que el baño es grande, pero no tanto.
Ducha calentica y ropa de estar en casa. Una vez todos templados, a planificar el resto del día, que con el frío que hace tiene pinta de sofá, peli y palomitas; o sofá, juego de mesa y palomitas; o un poco de todo, que hay tiempo para todo.
Ya, las excursiones de día a la nieve llevan una organización e infraestructura mayor, pero en lo básico viene a ser lo mismo. Como somos previsores, somos de los que llevamos ropa de recambio como para nosotros y dos familias más, y el termo con colacao caliente, que da un gustico así en mitad del frío que para qué; y una envidia a los de alrededor que ni te cuento.
No es que todo esto haya pasado este año. Afortunadamente Hija1 e Hija2 han crecido, y saben que no hace falta bajar a la nieve a las 9 de la mañana, que pueden dejar dormir un ratico más a sus amados progenitores, que vamos a bajar de todas todas…
Con la edad siguen disfrutando de estas cosicas que nos da la Naturaleza; Aita y yo también, por qué negarlo. Ganan estos ratos a la lata que es conducir con la ciudad atontada por la nieve (sí, atontada, que nos volvemos todos medio lerdos con la lluvia y la nieve).
Así, que… ¡que nieve, que nieve! Sacaremos el txiki interior pese al madrugón.
Además, como repetía sin cesar una abuelica de un residencia en la que trabajé, “año de nieves, año de bienes”. A ver si es verdad.