Se acerca el principio de curso. Otra cosa no, pero incierto, es un rato. Entre todos los escenarios posibles, quitando el de que nos vuelvan a encerrar a cal y canto (cosa que no creo que suceda), en cualquiera de ellos se podrá salir a la calle, lugar al que, entre otras cosas, hay que ir vestido (cosas de vivir en sociedad y no vivir en una zona nudista).
Y ya que nos vestimos, pues a poder ser con ropa de nuestro tamaño, de la época en la que vivimos y con una cierta armonía cromática, para no provocar desprendimientos de retina allá por donde vayamos.
Durante el confinamiento más severo, aquel en el que no se salía de casa, sí que es cierto que pusimos normas, entre las que estaba la de asearse, y vestirse con ropa que no fuese el pijama todos los dias. Esto no quiere decir que nos vistiésemos con ropa de calle (de hecho no lo hacíamos, solo en las rápidas incursiones semanales a por víveres, a las que normalmente iba yo), y, como además no se podía comprar, este año no compramos absolutamente nada de ropa con la llegada de la primavera.
Para mí y para mi chico no nos suponía un gran problema, ya que la edad de crecimiento la dejamos atrás hace ya unos años (ahora estamos más en edad de expansión), pero Hija1 e Hija2 tienen la manía de crecer, y durante el encierro en casa se aplicaron arduamente en la tarea, pegando las dos estirón.
Así que el día que nos dieron suelta, tocó visita a las tiendas de ropa; aquellos que decían “mira la gente, es gilipollas, ¿no te fastidia que van a comprar como locos?”, está claro que no tenían churumbeles en edad de crecer, porque a la pobre Hija1 tuve que vestirle con lo que no le quedaba enano y llevármela a comprar de todo… pero de todo. Hija2, como hereda, lo tenía más fácil. Para más dificultad, la colega está en esa edad que ni niña, ni joven… la talla más grande de niña le queda justa, y la más pequeña de la zona juvenil pues más o menos; así que, yo, muy contenta; y más teniendo en cuenta lo poco que me agobio yo en estos sitios…
Y ahora que llega el principio de curso, tocará de nuevo sacar la ropa de otoño invierno y comenzar a clasificar: lo de basura, lo heredable, lo que puede servir… Y venga ropa por todas partes, y venga momento “pretty woman” probándose absolutamente todo (hasta los bañadores). Y esa sonrisa que se les pone cuando ven que han crecido, y les queda el chándal como para ir a recoger percebes… “ama, ¡mira cómo me queda el chándal!”. “Pues hija, con un calcetín un poco alto…”. Mirada pseudo-adolescente (estamos llegando a la fase) de pseudo-odio. Cruce de miradas. Pelota de paja rodando por el pasillo. Hija2 y Padre vuelven a sus habitaciones, por lo que pueda pasar. Alguien silba tonadilla del wild west… Querida Hija1, llevamos más de 12 años conviviendo, ¿todavía no conoces el humor de tu madre? tranquila, bonica, que está claro que hay que ir a comprar…
Por suerte, todavía no les ha dado por las marcas (excepto a Hija2, en las botas de fútbol, pero ahí entiendo también la comodidad y el hacerse a jugar con determinadas zapatillas; son siempre la misma marca), pero sabemos que ese momento llegará… Habrá que negociar.
De momento, bastante tengo con ir de “shopping”, como dicen ellas (ir de tiendas, de toda la vida), y comprarles algo que crean que les queda “cool” (¿perdone?), que a mí esto no es que me apasione…
También aprovechamos para hablar con ellas temas importantes, ya que solemos estar en un ambiente relajado: tallaje de distintas marcas (Hija1 está entrando en esa edad de los complejos, las comparaciones… y nos parece importante reforzar el mensaje positivo de la salud, que no es lo mismo que la delgadez); la austeridad (comprar lo que se necesite, aunque en ocasiones nos permitamos caprichos, no comprar por comprar); la procedencia de la ropa (en lo que podemos y la información que manejamos); y pasar un buen rato haciendo algo distinto.
Aprovecharemos un día que no haga muy bueno, cercano al inicio de curso (no vayan a crecer otra vez), y nos concienciaremos para hacerlo lo más leve posible. ¡Suerte, familias!