¡¡¡¡¡¡NOOOOOO!!!!!
Es una de las frases que más odio. ¿Por qué? Porque sólo puede significar una cosa: piojos. Ese gran enemigo de las familias…
Cada año, a inicio de curso, es lo mismo.
Comienza con una circular de la ikastola, en la que se nos avisa del avistamiento de piojos en las cabezas del alumnado.
Y aquí empieza la gran aventura: ¡nos vamos de cacería!
Empezamos con una ducha, y lavado de pelo. En el caso de Hija1 e Hija2, como tienen pelo largo, con una cantidad ingente de suavizante, para que la liendrera resbale, que si no, no hay quien desenrede y pueda despiojar.
Acto seguido, con el pelo mojado, viene el despioje. Ponemos música de fondo, para no aburrirnos, y un móvil o tablet para que se entretenga la chiquilla. Y ahí empezamos. Mechón a mechón, a revisar y retirar posibles y futuros pobladores.
Si hay suerte, y no hay bichos, aquí lo dejamos. Como haya visitantes, toca tratamiento, y vuelta al despioje… Todo un mundo de sensaciones.
Hubo un curso, que Hija1 se cogió todos los piojos que encontró. No se dejó ni uno. De hecho, empezó antes del comienzo de curso, en la piscina. Y así estuvo, hasta navidades, alternando las semanas de piojos, con las semanas de descanso… Llegaba la circular piojosa, todos hacíamos el tratamiento… ¿todos? ¡no! siempre había alguna familia que, por H o por B, no hacía la revisión, y llegaban los piojos del infante en cuestión la siguiente semana frotándose las manos… vaya montón de cabezas para conquistar. Yo creo que organizaban partida del Risk cada quince días…
Lo que no sabíamos es cuál era la familia anticacerías. La verdad es que el llamamiento era a nivel general, no se señalaba al piojoso… Otra cosica era en mis tiempos de escolar. Entonces no tenían ningún problema en señalar a la portadora de bichitos.
Era un poco surrealista, la verdad… bueno, como muchas otras cosas.
El día que veían a alguna rascándose la cabeza más de la cuenta, con toda la “delicadeza” del mundo (se la habían dejado en casa o algo): “Fulanita, vete a enfermería que no sé si no tienes piojos”. Bien, ahí, facilitando el mote: “Fulanita, la piojosa”. Como en todos los coles, estaba la gafotas o cuatro ojos, la jirafa, la ballena, la tartaja… todo tipo de nombres peyorativos, que, según algunos te forjaban el carácter, o, según la mayoría silenciosa, podían hundirte en la miseria. El bullying de hoy en día, pero en permitido y que a veces, incluso, se justificaba, como “cosas de niños”.
A lo que iba; tras la indicación delicada de la maestra en cuestión, el movimiento de sillas y pupitres de tu alrededor, dejándote cual zona 0, salías de clase con la cabeza gacha, y cagadica de miedo, a enfermería, donde confirmaban el diagnóstico. Acto seguido, se llamaba a toda la clase, que en rigurosa fila india, delante de la enfermería, esperaban su turno de revisión (nuca, detrás de las orejas y coronilla); eso sí, a todas con el mismo peine; vamos, que si no los tenías, te dejaban la liendre de la anterior tan ricamente. Si te veían habitantes no deseados, te separaban al grupo de piojosas, te daban una nota, y, si volvías en bus a casa, avisaban a la cuidadora del bus para que te dejase en un asiento solitario, para evitar la propagación (ni que fuese una de las siete plagas de Egipto; aunque bien pensado, se le parece).
Y (igualico, igualico que ahora), te quedabas en casa hasta que se retiraban los invasores. Te daban el famoso “filvit champú, filvit mamá, porque más vale filvit, que tenerse que rascar” (la has cantado ¿eh?; tienes una edad); luego pasabas un día en casa, y vuelta al cole. “Ya ha vuelto la piojosa”.
Esto, en parte, me recuerda un poco a lo que estamos viviendo, y están viviendo nuestros hijos e hijas en los centros escolares con el Coronavirus (COVID-19, para los amigos). Salvando las distancias; está claro que no es comparable, sólo por la virulencia con la que se ha cebado la enfermedad con algunos sectores de la población, las muertes, las secuelas que está dejando (y las que no sabemos), y porque se trata de una enfermedad, de momento, sin tratamiento, y altamente contagiosa. Yo me refiero al tratamiento que se da al niño que tiene (o se sospecha que tiene) algún síntoma. El protocolo indica separarlo, aislarlo en el aula COVID, y llamar a la familia para que lo lleven a casa. De nuevo lo estamos señalando.
Esto, mal llevado, provoca en los txikis ansiedad, preocupación y mucho miedo; si ya lo tenemos los adultos, teniendo más o menos la información, imaginémonos por un momento en la mente imaginativa de un niño, con los compañeros transmitiéndole teorías a cada cual más peregrina, y viéndose apartado. Durillo ¿eh?
Esta semana le tocó a Hija2. Ella, ya de por sí intensa, no necesita mucho para preocuparse por su salud, así que si le confirman dos décimas de fiebre, tenemos el caldo de cultivo ideal para que no duerma en tres días. Gracias a los grandes profesionales que tiene la ikastola, y conociendo el percal, le explicaron bien y detallado lo que pasaba, por lo que la tranquilizaron bastante. Por suerte fue falsa alarma (habría estado corriendo, o hacía calor en el aula), y al día siguiente pudo volver con normalidad a clase.
A veces me da la sensación de que nos dejamos por el camino toda la carga emocional que para nuestros txikis tienen las cosas, y últimamente, más en concreto, lo que está suponiendo para ellos todo lo que hemos vivido, y seguimos viviendo (un confinamiento, no poder salir a la calle, no ver a sus amigos, 6 meses sin ir a la ikastola, ver a sus adultos referentes preocupados, no poder tener contacto físico normal con su gente… y en algunos casos la muerte de algún familiar cercano por la pandemia).
Hay cuatro mujeres (una de ellas amiga mía), que se han embarcado en un proyecto muy chulo para dar herramientas a centros escolares, profesorado y familias, para poder tratar y trabajar este tema con los txikis, tanto a nivel emocional como informativo. Os invito a echarle un ojo, y a que lo adquiráis. Está en euskera y en castellano. Además, una parte de las ventas tienen fin solidario, pues va al Banco de Alimentos.
Os dejo su página web para que podáis ver más detalladamente lo que hacen:
https://www.alumbrandotuneles.com/
Y nada, que tras dos semanas de comienzo de curso, con tantísimos escolares ya confinados, espero que os sea lo más leve posible, y salgamos de esta con bien. Y que no nos olvidemos de la educación emocional de nuestros hijos e hijas.