Salida de la ikastola. Como todos los días, les pregunto: “¿qué tal os ha ido el día, chicas?”.
Hija1, un bien, así, entre dientes. Ella siempre bien; chica de pocas palabras… cuando lleguemos a casa la cogeré por banda, y empezaremos poco a poco a rascar información… Un auténtico ejercicio de pico y pala, pero bueno… por lo menos cuando tiene problemas acude a nosotros, que no es poco… Intentamos establecer con ella una relación de confianza, para que cuando necesite nos vea aquí; son ya 13 años, y la adolescencia comienza a enseñar la patita.
Hija2, ya la he visto que salía cruzada… “pues mal, ama, ¡el peor día de mi vida!”. Ella, intensa, pero intensa intensa.
“Pero a ver, hija, ¿todo ha ido mal?”.
“A ver, ama, todo todo no, pero estoy muy enfadada. Luego hablamos, que si no voy a gritar y no quiero”.
Así que le dejamos su espacio. Esto es algo que hemos (todos) ido aprendiendo con el tiempo; ella, a identificar los momentos de mayor rabia e incluso ira, la necesidad de espacio para calmarse y no pagarlo con quien no debe; nosotros, a respetarle los tiempos, que no ha sido sencillo… cuando ves a tu churumbel mal quieres saber YA qué es lo que le pasa para poder ayudarle, pero a veces hay que dejarle que primero lo gestione y después nos pida ayuda.
Una vez llegadas a casa, cambiadas de ropa y en la mesa, le vuelvo a preguntar:
“Bueno, Hija2, que ya estamos más tranquilas todas… ¿qué te ha pasado?”
“Pues que me he enfadado mucho, ama. Que los chicos no me pasan el balón cuando jugamos a fútbol, y me eligen siempre la última para los equipos. ¡Y yo sé jugar a fútbol! No quiero hacerme la chula, pero juego mejor que algunos”.
“Es que los chicos son idiotas” apostilla Hija1. “Pues sí” Hija2. “Pues con el tiempo no mejora” Aita, ahí, animando.
“¿Por qué creéis eso?¿Son TODOS idiotas?”.
Y entramos en un rico debate sobre si los chicos son tontos, las chicas pueden jugar al fútbol…
Es una pena, pero Hija2 a sus 11 años se ha enfrentado, por primera vez, al machismo de manera consciente. Ella se lleva bien tanto con chicos como con chicas, no tiene problema (igual que su hermana), y desde pequeñas les hemos demostrado que tanto chicos como chicas pueden dedicarse a lo que les gusta. Pero una cosa es saberlo, y otra que te dejen.
Ella es consciente de los roles que se generan, y de que hay chicos, que por la presión de grupo, no le tratan igual cuando están todos que cuando están a solas; y lo malo es que a veces les justifica, porque se van a meter con él, porque claro, había más chicos…
Se tiene que enfrentar también a que si uno de sus amigos es amable con ella, o tiene una deferencia, o le defiende de algo, otros niños y niñas insinúen que “se gustan”; afortunadamente tanto el otro niño, como Hija2 saben que son amigos, y les resbala bastante que les digan novios; incluso les han preguntado al resto de compañeros y compañeras a ver si es que un chico y una chica no pueden ser amigos, dejando sin respuesta al resto.
Hace un par de años hubo un torneo entre centros escolares, y aunque todo el equipo estaba compuesto por chicos, Hija2 quiso apuntarse (cosa que otras niñas, que también querían, no se atrevieron a dar el paso adelante). Hija2 había empezado ese año a jugar en un equipo de futbol sala femenino, y no se le daba mal. Pues bien, tan modernos todos, tan feministas blablabla, hubo padres que preguntaban a sus hijos con cierta incredulidad a ver si esa niña sabía jugar, a lo que los niños les decían que claro, que además era buena defensa; que o pasaba el balón o pasaba el contrario, nunca los dos. Y lo demostró, pero ahí estaba la duda, y el tener que demostrarlo.
Y es algo a lo que se ha dado cuenta que va a tener que enfrentarse muchas veces: a demostrar que puede; a demostrar que es igual de buena que un chico, o incluso mejor; a demostrar que no le gusta ese chico, sino que son buenos amigos; a demostrar que no necesita ayuda y que si la necesita no es debilidad, es que todos la necesitamos; y así seguimos…
Y bueno, pues Hija1 está en la edad en que los chicos son idiotas. “Es que, ama, están todo el rato haciéndose los guays”.
“Ya, hija, pero ¿todos?”.
Y me reconoce, que todos no, pero la mayoría, y más cuando están en grupo. Que están todo el rato como vacilándose y metiéndose con otros. Pues eso, la adolescencia/edad del pavo; sacando el plumaje para pavonearse; lo de toda la vida, vaya.
De todas maneras, es curioso, que por mucho que vayamos avanzando en feminismo, y en muchos de estos temas la chavalada tenga más claras las cosas de lo que lo teníamos nuestra generación, siguen existiendo roles e ideas preconcebidas, que, evidentemente, les vienen dadas de casa (que parece que no nos oyen, pero son esponjas con radar, lo absorben todo). Y si en casa oyen comentarios del calibre “el fútbol femenino, ni es fútbol, ni es femenino” (cosa que he oído en amigos de mi edad, con la consiguiente discusión, gracioso de los cojones), pues luego lo repiten como loros, y en ocasiones lo interiorizan, porque “lo ha dicho mi padre que sabe mucho”; o el, afortunadamente cada vez menos oído, “los chicos no lloran”, cuando un chico lo hace, que parece que si eres chico no puedes expresar tus emociones, así nos va…
Pues nada, seguiremos en la lucha, que nuestros churumbeles se merecen un futuro más feminista; y a veces basta con escucharles, que lo tienen más claro que nosotros…