Porque a ver, ¿hay algo que dé más pereza en el mundo que recoger el belén y los adornos navideños en el mundo mundial? Bueno, sí, quizá bajar los bártulos al trastero…
He de reconocer que en casa somos de ADORNAR. Sí, sí, así con mayúsculas: ADORNAR. Y más este año que Hija2 se ha debido comer un elfo y no nos hemos dado cuenta… ¡Madre mía qué espíritu navideño!
La cosa es que llega el Puente Foral (que, para quien no lo sepa, es la fecha oficial de montaje navideño), y ahí que sacamos el espumillón, el belén, el árbol y todo lo que se os ocurra. Aquí en la Comunidad “Floral”, tenemos festivo el 3 de diciembre, además del 6 y el 8, y ya, si eres de la capi, el 29 de noviembre, con lo cual, según cómo caigan, te montas unas vacaciones prenavideñas ideales para el montaje belenístico.
Digo que el Puente Foral es la fecha oficial, porque no soy el Corte Inglés. Para ellos, una vez pasada la Asunción (15 de agosto), ya es buen momento para empezar a poner lucecicas. Y no hablemos del alcalde de Vigo… pero eso es otro cantar.
A lo que iba, que me disperso.
La cosa es que en casa llega el Puente “Floral”, y ahí está el encargado del trastero (Aita) subiendo cajas con carretilla; con carretilla, habéis leído bien, que entre el pino, el belén y todos los sacramentos, estamos en una edad que hay que cuidar las espaldas (guiño, guiño).
Llega la planificación, Hija1 en su mundo, Hija2 sobreexcitada, yo contagiada de Hija2 y Aita intentando poner orden. Despejamos el área a adornar, porque claro, no tenemos la “zona belén” despejada todo el año. Por supuesto, vestidas para la ocasión tanto Hija1 como Hija2, con sus pijamas navideños…
Montamos árbol, montamos belén, adornamos pasillo… pero a Hija2 todo le parece poco, así que agencia unas luces led y las coloca por todo el pasillo, cuelga muñecajillos en las puertas, y adorna su habitación.
Que sí, que queda todo muy chulo, pero yo estoy pensando en el 7 de enero…
Y lo dicho, llega el 7 de enero, acaban las navidades, acaban las vacaciones, y hay que recoger todo. Y toda la prisa que había para montar todo, no la hay para recoger… Que también te digo que yo, una vez acostumbrada a la presencia del árbol en el salón, tampoco es que me moleste en exceso… Pero claro, una vez que enero avanza y ya los días tienen dos cifras, como que da un poco de vergüencita que todo siga puesto como si nada…
Los Reyes Magos ya aburridos en el portal, que llegaron hace días, y en algún momento tendrán que volver a Oriente, que últimamente tienen mucha plancha por allá.
El árbol (de plástico) se empieza a pochar, a secar y a perder hojitas (esto último sí… ¿cómo puede ser que un árbol de hoja perenne DE PLÁSTICO pierda hojas a esa velocidad?).
El Niño Jesús ya en edad de entrar a la Universidad.
En fin, que hay señales que te indican que ya es hora de recoger todos los pingos para las próximas navidades. Así que nada, manos a las obra, todo en sus cajas, y vuelta a la normalidad. Siempre queda algún adornillo, un trozo de espumillón… pero está claro que ya estaría, y la casa vuelve a su cotidianeidad.
Eso sí, ¿en qué momento viene bien bajar las cajas al trastero? Bueno, pues a la que suba las de ropa de San Fermín, ya bajaré las de Navidad…