De un tiempo a esta parte tenemos a la “juventud” del barrio (de los de 70-75 para arriba) un poco revolucionados con el supermercado del susodicho barrio.
Ya he comentado alguna vez que mi barrio joven, lo que se dice joven, no es. Surgió en los 60-70 con esto de la revolución industrial que hubo en esta, nuestra Comunidad (véase la llegada de la AUTHI, y luego la SEAT), y muchos de los que aquí llegaron a currar en esta fábrica y las que surgieron alrededor, aquí se quedaron, ya que hicieron su comunidad, su barrio y su entorno. De hecho, muchos de los hijos de aquellos migrantes siguen viviendo en el barrio.
Dicho esto, y mirando la edad del vecino medio del barrio, pues hay cosas que no se pueden. Y es que en el super cabecera del barrio, se les ha ocurrido quitar cajas con su cajera que da los buenos días, y poner cajas de auto-pago, en la que esa cajera que te decía buenos días ahora tiene que atender 4 cajas a la vez. Y a esta juventud de los 70 se les hace un poco bola.
La vida cambia, obviamente, y hay cosas que con las máquinas y ordenadores mejoran, no diré que no, pero hay otras que quitan humanidad a trabajos de barrio de toda la vida.
Que aún quedan negocios de barrio, y se trata de mantenerlos, pero está claro que van de capa caída, y donde antes había 4-5 fruterías, ahora quedan 2, y así con todas las tiendas y tiendicas, bien por falta de relevo, bien por falta de rentabilidad. Y es una pena, porque al final muchos de ellos han sido centros neurálgicos donde se hacía vida de barrio, donde te enterabas que a doña Teresa le habían operado del juanete o que la señora María había sido abuela por quinta vez, de un niño monísimo que tenía todos los dedos de las manos y de los pies (no sé si os ha pasado a vosotros, pero cuando di a luz a Hija1, lo primero que hizo mi abuela fue contarle los dedicos, y cuando vio que estaban todos, ya respiró tranquila).
Y pues eso, es una pena no poder ir a la carnicería de Fede y Ramón (nombres ficticios), para que te pongan “esos filetes de ternera que tú sabes, como me gustan a mí”, y se dirijan a tí por tu nombre, y sepan con toda certeza que son 100 gramos de chorizo Pamplonica, que es el que le gusta a la pequeña.
Y no poder ir a la frutería Loli a preguntarle que cómo tiene las peras y os meéis las dos de la risa, pero te recomiende los melones que los tiene en su punto.
Y la tienda de chuches del barrio, que conocía el nombre y filiación de cada uno de los churumbeles del barrio, e identificaba perfectamente al “intruso” o al primo de Carlitos, que había ido a pasar unos días.
Y ya no hablemos de la peluquería Mª Jesús… que cortes de pelo harían, pero los trajes te los hacían que daba gusto… se juntaban unas cuantas mujeres del barrio, que tocaba permanente y tinte, y te pasabas la mañana con pitido de oídos… Daban un repaso a todo el barrio y a los acontecimientos más recientes, y ya tenían tema para el domingo en la comida familiar.
Bueno, pues a todo esto, ya el último reducto que le podía quedar a la “juventud” también se lo arrebatan, y es la cajera simpática que les coge las monedicas de la mano porque “chica, que no distingo los céntimos”. Ahora eso será sustituido por una cajera más estresada que antes (que ya lo estaban), que no tendrá mucho tiempo ni mucha simpatía para abrirle las bolsas y ayudarle a empacar la compra a doña Paca.
Resulta que se está hablando de la dificultad de las personas mayores con la tecnología, que se hacen la picha un lío en un cajero automático y necesitan de la ayuda de la persona de ventanilla para poder sacar dinero, y ahora en algo que hacen uso diario y les facilita una persona, le plantas otra máquina para que se vuelvan locos, y tengan que admitir en público su incapacidad (no deseada) para poder hacer la compra. Todo por un ahorro de personal, se deduce…
Pues muy bien, oye, así seguimos avanzando en tecnología y retrocediendo en humanidad y empatía. Todo bien.
Pues eso, lo de la humanidad se llegará a decir que está supervalorado. 😟😟