El otro lado

En varias ocasiones he dejado entrever a qué me dedico de manera profesional. Soy TCAE, y trabajo en un hospital en una planta de cirugía.

Gracias a lo que sea, la verdad es que no he sido usuaria asidua del Sistema de Salud; dos de las tres veces que estuve ingresada ya las reflejé en “ama ¿cómo fue mi nacimiento? (HijaUno)” y “ama, ¿cómo fue mi nacimiento? (HijaDos)“. Porque la otra fue con 17 años y la verdad, me acuerdo más bien poco… El siglo pasado y estas cosas…

Pero, parece que una va cumpliendo una edad (aunque no lo aparento, lo sé), y van apareciendo algunas gotericas; en mi caso, una sordera del oído izquierdo de larga (muy larga) duración, que había llegado la hora de ponerle solución. Hay quien puede pensar que ere sordera testicular, pero no… era más cercana a la sordera vestibular.

Así pues, tras varias visitas a la médico de familia (médico de cabecera de toda la vida; si no, me imagino a Emilio Aragón y todos los traumas… y no) con otitis y tal, tomó la gran decisión de mandarme al especialista. Comenzamos el escape room.

Tras mandar la petición de cita con el especialista, esperé, esperé, esperé… y por fin 4 meses más tarde decidí llamar a Atención al Paciente. De ahí me mandaron a un correo electrónico donde debía contar mis penas. A la semana me mandaron una carta por correo ordinario para decirme que ok, que se daban por enterados. Y a los pocos días, por fin la cita.

Revisión, audiometría… Pues vas a necesitar un TAC. No sé vosotros, pero yo en cuanto dicen TAC espero ver por ahí a Meredith Grey empujando una camilla. Porque sí, amigos, en EEUU parece ser que las camillas las empujan los cirujanos (jajajajaja… ejem…).

Esperaba tener que volver a llamar a Atención al Paciente, pero no, en una semana tenía la cita para el TAC y me la hicieron. De nuevo cita con la otorrinolaringóloga, pero esta vez es otra, y en otro centro de consultas externas. Y me confirma lo que ya me esperaba, hay que operar. Me da la opción de esperar a que pase el verano (estamos a principios de junio), y yo, ingenua de mí, acepto, pensando que fíjate tú qué principio de curso voy a tener, que mando a Hija1 e Hija2 a clase y yo me opero… (Flipada…).

Pasa el verano, pasa septiembre… y allá por finales de octubre me vuelven a citar para que me vea el especialista y preparar el preoperatorio. Ayunas, 10 de la mañana. Me mira otro otorrino (este ya, sí es el que me va a operar), analítica y electro. Me avisan de que estas pruebas caducan a los 6 meses, pero que como muy tarde, en enero operaremos. Y yo pensando… bueno, pues a la vuelta de Navidad ahí ya si eso… ¡Pues no!

Pasó enero, febrero… y vuelta a Atención al Paciente. Me mandan otra carta, muy correcta en que me dicen que muy bien, que se dan por enterados, pero que la lista de cirugía de otorrino está del horror (esto en llano); lo que no dicen es que además hemos estado de huelga de médicos y si antes había lista, ahora más.

Por fin me llaman para darme cita para la intervención: finales de marzo. Me dan un montón de instrucciones para antes de ir, de medicamentos que no tengo que tomar días antes y ya empiezo a preparar la logística familiar, ya que voy a estar unos días fastidiada, y luego un mes de baja… Peeeeerooo una semana antes de la intervención, ¿a que no sabéis? ¡Efectivamente! Entra un paciente con más urgencia que yo, y ya me llamarán para darme otra cita. Irradiando felicidad me quedé, oye. Que no me meto yo con la persona que tenía más urgencia que yo, que algo grave tendría y espero que le haya ido todo de primera, pero eso…

Me llaman de nuevo a los días. Y me dan nueva fecha: casi finales de abril. Y ahí sí, que por fin me intervienen. Tenía cierta seguridad en que iba a pasar, porque me llamó una enfermera el viernes, otra el lunes, y el día antes de la intervención, otra, para repetirme lo mismo todas… menuda presión, como luego no me lo sepa bien…

La experiencia, con el personal, una pasada. Da gusto ver qué maravilla de profesionales tenemos en nuestro Servicio Público de Salud, Osasunbidea. Alguien dirá: “pues a mí me tocó un gilipollas…”. Claro, de todo hay. Pero de lo que me tocó a mí, una maravilla de personal. Y ví (o intuí, que la anestesia tiene lo suyo) más de un turno.

En la CMA (Cirugía Mayor Ambulatoria) que es donde ingresé, antes de operar un equipazo que te ayuda a estar más tranquila, te facilita las cosas… y te explican las cosas para que las entiendas tú y tu acompañante, pero no como si fueses tonto, sino como si fueses un paciente nervioso que va a operarse y ¡¡quiere saber lo que hay!! (¡Cáspita! ¡Justo lo que era!).

En la Zona Quirúrgica, que ahí ya se te van poniendo lo que tengas de corbata (testículos, ovarios…). El celador te lleva de viaje siendo muy amable e intentando bromear para romper la tensión. Y el personal que te espera ahí, una maravilla: la anestesista, que te ofrece sustancias para primero estar más tranquila, y después para darte un viaje, que es lo que te hace pensar para que tengas buen vuelo; el equipo de enfermería, que te van explicando lo que hacen de manera amable y agradable; el cirujano (en mi caso), que se pasa antes de que te den voltereta con la anestesia para que sepas que está ahí y va a hacer él las cosas. Pues bueno, obedeciendo a la anestesista, me fui de viaje con mi familia a Tulum (nada menos) y tuvimos muy buen “vuelo”.

En la URPA (Unidad de Recuperación PostAnestésica), o la Sala de Despertar de toda la vida. Donde, al ser viernes por la tarde y tener poco trabajo, en lugar de estar a su aire y pasando de las cosas, teníamos a todo el equipo de enfermería (Enfermerias y TCAEs) super atentas y solícitas a todo lo que necesitásemos las tres personas allí ingresadas. Encantadoras.

Y de nuevo la CMA, con el turno de tarde. También maravilla. Te ayudan a ir poco a poco sentándote, incorporándote, a andar, comer algo… Y de ahí para casa.

Conclusión: pues tengo varias, la verdad, así que las iré enumerando:

En primer lugar, ya lo he dicho antes, pero no me voy a cansar de repetirlo. Tenemos un personal de salud en Osasunbidea, que no es que no nos lo merezcamos (no me gusta mucho esta expresión), pero que son unos pedazo de profesionales. Porque para dedicarte a cuidar, además de SABER muchas cosas, tienes que SER muchas cosas, y tienes que tener la capacidad de tratar al paciente de buena manera, puesto que está en uno de los momentos más frágiles y vulnerables de su vida. Si no, normalmente no acude a este tipo de sitios ni a este tipo de intervenciones. Personal: twelve points.

En segundo lugar, lo que me parece de escándalo es la estructura. Parto de la base de que lo mío no era grave, vale, pero he tenido que esperar casi un año para operarme, organizar a mi familia, avisar en el trabajo, que me entre el agobio, que se me vaya, que me vuelva a entrar, que mi entorno se preocupe, se despreocupe, se vuelva a preocupar… Y sé que las cosas más graves van más rápido, para eso existe la preferencia, la urgencia y demás (no para pasar a los amiguetes, como alguno cree); pero el mareo este, como seas un poco aprensivo o sufras de ansiedad, no ayuda, la verdad. Algo hay que hacer para remediar lo de las listas de espera.

Y por último, me ha servido para aprender como profesional. Afortunadamente no he tenido que pasar la noche, pero sí es cierto que bueno, con susto, floja y blandurris sí que he estado. Y encontrar a gente con vocación para cuidarme y ayudarme, me hacer ver lo necesarias que somos las del equipo de enfermería para los pacientes de mi planta. Mi planta es de cirugía general. Algunos pacientes vienen, se operan, y al día siguiente se van para casa, pero otros casi casi se plantean empadronarse en la planta, porque tienen averías que llevan a estancias largas, viviendo y durmiendo en un entorno que, aunque se intenta, sigue sin ser amable del todo, no es tu casa, no son tus cosas, no es tu gente, y las visitas están muy restringidas (bueno, en realidad prohibidas).

En general (a un 99,9%) todo el personal que conozco currando en esto, está por vocación; también conozco al 0,1% restante ¿eh? que de todo hay. Pero claro, siendo personas humanas, en algunos casos tenemos días buenos y días malos; con el tiempo aprendes a compartimentar, es decir, a que las cosas de casa te preocupen en casa y las cosas del trabajo te preocupen en el trabajo, pero a veces es inevitable que todo se mezcle; y es en estos momentos donde voy a intentar echar mano de la experiencia en “el otro lado” para ponerme en la piel del paciente, y ser facilitadora en la recuperación, en la rehabilitación y en el conseguir la autonomía, de manera amable, agradable y dándole seguridad.

Dicho todo esto, chascarrillos también hubo, claro… De esos que no encuentras explicación y que, en caso de encontrarla no sabes si reír o enfadarte como una mona. En mi caso, me reí.

Resulta que llegué después de operar a la CMA, donde me estaba esperando Marido, con una sensación en una zona particular de mi cabeza como cuando te coges una coleta muy prieta durante mucho tiempo, o una horquilla muy tirante, y cuando te la quitas tienes la zona como sensible; entre vendaje, sangre reseca y pelo hecho un asco, no vio nada, así que lo dejamos estar; pero una vez llegada a casa, al día siguiente, lo seguía teniendo resentido, y además me noté un chichón. Pero chichón, chichón. Y a eso le sumamos un golpe en el labio, que yo intuí que fue al intubarme, lo asumo como posible.

La cosa es que con el ya visto chichón me quedé un poco como… ¿qué coño ha pasado? ¿me dieron un golpetazo contra el palo de gotero? ¿me caí de la camilla de cabeza? ¿estarán todos todavía descojonándose en el quirófano en plan “te acuerdas el cacharrazo que se dio la moza aquella contra el palo al pasarle de la camilla”?

El tema es que el misterio va más allá, porque a los pocos días fui a la peluquería, cansada de lavarme el pelo con champú en seco, y me descubrieron una calva que en primera instancia se atribuyó al estrés. Yo estrés estrés, la verdad que no he sentido últimamente; un poco de nervios igual, pero estrés, la verdad que no… Y una vez bien examinada, esa pequeña área sin pelo no ha sido por estrés, los pelillos están creciendo con normalidad… No sé qué pasó en ese quirófano y alrededores, pero me fui con un golpe en el labio, un chichón en la cabeza, y un mechón majo de pelo arrancado.

Llamaremos a la Nave del Misterio a ver si nos resuelven algo…

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