Tres

Tres años ya.

Joder, cómo pasa el tiempo.

Tres años ya desde que nos dejó el aita, y parece que fue ayer.

Hace poco hablaba con la Madre de esta Hija, y me decía que apenas se acuerda de aquel 1 de febrero de 2020, de cómo fueron pasando las cosas, de quién estuvo los días siguientes en el tanatorio… Supongo que su cerebro ha decidido que mejor acordarse de otros momentos, y protegerla, aunque sea un poco, del dolor.

Yo, en cambio, me acuerdo como si hubiese pasado hace un rato. Recuerdo perfectamente la llamada de mi hermano para avisar de que el Aita se había puesto malo, la segunda llamada para confirmar la peor de las noticias, y la tarea tan poco grata de ir con la noticia a casa de la Ama. Esa mirada, ese dolor y esa desesperación las sentí como un pellizco en la boca del estómago que, aun habiendo pasado ya tres años, de vez en cuando me recuerda todo aquello.

Y dado que ya han pasado estos tres años, he decidido que esta vez voy a intentar darle la vuelta (como ya llevamos un tiempo en la familia).

Normalmente este post sería muy triste (como lo es el día de hoy), de recuerdo (como lo va a ser), y estaría hecha polvo todo el día, incluso habiendo volcado todos mis sentimientos en este blog (cosa que no descarto).

Pero llegados a este punto me gustaría recordarlo más como lo hemos empezado a recordar últimamente, que es en su salsa, queriéndonos mucho, mirándonos con todo el cariño del mundo, y haciendo el ganso.

Porque sí, aunque la gente no lo tenía claro hasta que no lo conocía, mi Aita, Pakillo para los amigos, era un tío muy divertido. De estos de humor inteligente, que sabía poner la puntilla cuando correspondía, con pose de tío serio.

Sin ir más lejos, el nombre de Pakillo. Su primera nieta se lo puso (Hija1, aquí en el blog). Típica comida familiar para celebrar el cumpleaños de la bisabuela; reunidos tíos, primos, sobrinos y demás parentela; llega Hija1 que lo justo levantaba un palmo del suelo, y se lanza a sus brazos al grito de “¡¡PAKILLOOOO!!”. Pues le hizo tanta gracia que, desde entonces, Pakillo se le quedó. A día de hoy, entre nosotros sigue siéndolo.

Entre sus amigos tampoco faltaban las bromas, los motes, las rimas chorronas o los chistes malos.

Y después le oías esa risa perruna… y a mi me daba la vida; solo que entonces no lo sabía.

Los vaciles, especialmente con sus hijos e hijas:

– ¿Aparcas siempre así?

– ¿Que no le gustan los calamares? Pues que se joda (risa perruna).

– A ver, tú, tontolaba (y descojonao).

– ¿Qué ha dicho? (Cuando sabía lo que le jodía a la que tenía enfrente que no se lo preguntase a ella).

– No me enfades a la Ama que luego me la cargo.

Todas estas, y muchas más son expresiones y formas de decir que tenía él, que también las tengo grabadas a fuego, y lo mejor de todo es que le van ganando terreno al dolor y a la ausencia.

Y además, de las personas más generosas que he conocido. No solo con su dinero, que a veces parecía que le quemaba; no por gastarlo sino por repartir entre los hijos… Sino con su tiempo. Tengo recuerdos de pequeña, de ir a casas de amigos suyos a pasar cable (era electricista), o hacer directamente la instalación eléctrica de una casa; de ir a casa de otro a pintar, o a casa de la abuela a cambiarle un enchufe, o a una vecina que noséquéconelvídeo… Gracias a él (y a mi señora madre, claro) aprendimos la importancia de ayudar a otros, sin tampoco esperar nada, sino por el simple placer de hacer las cosas bien.

Gran Aitona. Sus cuatro nietas se acuerdan una pasada de él, pero es que es insustituible. Pues es que si tu Aitona y la Amatxi te llevan al monte, a la nieve, a dar una vuelta, se tira al suelo a jugar contigo, te dan vicios, pero los justos, y te hacen reir todo lo posible… pues, ¿no se van a acordar?

Espero ser capaz de transmitirles a Hija1 e Hija2 aunque sea una parte de todo lo que me transmitiste tú, Aita.

Por todo esto, Aitatxo, he decidido que, aunque me entre la tristeza, que haya días concretos que me entre más, una vez superado el duelo, voy a darle la vuelta. Prefiero acordarme de tus “Chas, chas, chas” imitando a la abuela que de días tristes.

Y aunque los 1 de febrero toque estar con el pellizco del estómago y un poco revuelta, que sepas que vamos bien.

Espéranos en la cima. Tontorrean itxaron gaitzazu

1 comentario de “Tres”

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